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Mujica, ¿por qué no te callas?

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Es habitual que José Mujica diga “estupideces” como las calificó una vez Tabaré Vázquez. El problema es que ningún dirigente de izquierda lo acompañó a Vázquez para reclamarle a Mujica que cuide sus palabras y guarde un mínimo respeto por sus semejantes. Esa omisión se explica porque sus groserías deben servirle al Frente Amplio a la hora de acumular votos, como les gusta decir. Y no se puede negar que Mujica acumula.

Es habitual que José Mujica diga “estupideces” como las calificó una vez Tabaré Vázquez. El problema es que ningún dirigente de izquierda lo acompañó a Vázquez para reclamarle a Mujica que cuide sus palabras y guarde un mínimo respeto por sus semejantes. Esa omisión se explica porque sus groserías deben servirle al Frente Amplio a la hora de acumular votos, como les gusta decir. Y no se puede negar que Mujica acumula.

El problema surge cuando se tira contra sus correligionarios como acaba de ocurrir. Su última andanada contra Esteban Valenti y su esposa es tan deleznable como la que lanzó tiempo atrás contra dirigentes blancos que le pedían la renuncia de Fernando Calloia al Brou. “¿Por qué no se van a controlar a sus señoras esposas a ver dónde andan en lugar de andar controlando estas pavadas?”, preguntó el entonces presidente de la República a los líderes del Partido Nacional. (Recordemos: las “pavadas” que irritaban a Mujica eran los cientos de millones de dólares que costó la quiebra y la posterior farsa orquestada por “Pepe” en torno a Pluna).

Ahora, enojado porque Valenti criticó la gestión de Raúl Sendic en Ancap, dijo que “en Esteban Valenti pensará la mujer, en las aventuras que tiene”. Como en el caso anterior Mujica menta a las esposas (un psiquiatra freudiano se haría una festín con él), y se inmiscuye en vidas y matrimonios ajenos en un intento por hundir el debate político en el fango. (Recordemos: como en Pluna “Pepe” tampoco es inocente en la bancarrota de Ancap prohijada por Sendic).

Aunque días después, en una especie de trabalenguas Mujica se disculpó con la esposa de Valenti y alegó que sus palabras fueron mal interpretadas, su intención de invadir el fuero privado de sus adversarios quedó otra vez en evidencia. Dado que en su disculpa aludió con elogios a la condición de frenteamplista de la señora, parecería que los insultos de grueso calibre los destina solo para los miembros de otros partidos políticos. Eso es un militante con la camiseta bien puesta.

Uno se pregunta qué busca Mujica cuando degrada el debate político al nivel de chismerío de conventillo. ¿Acaso espera que los demás le sigan el tren y chapaleen en el barro? ¿O espera que le retruquen metiéndose con él y su vida privada presente o pasada? Quién sabe.

Impacta comprobar que la mayoría de sus compañeros -excluido Tabaré Vázquez que un día se hartó y denunció sus “estupideces”- evitan advertirle que no debería entrometerse en el ámbito personal de sus contradictores. Si viviera Líber Seregni es probable que le hubiera exigido guardar decoro. Pero como muchos callan y se hacen los distraídos -porque “el Pepe es así” y al Frente le sirve que sea así- Mujica sigue tan campante.

Esa actitud es indigna de un expresidente de la República y actual senador. Es además indigna de la fama que lo acompaña por el mundo al que le ha vendido su imagen de anciano sabio y bonachón, no la del “meterete” en vidas ajenas en que se transforma cuando invoca sin respeto a las mujeres de sus adversarios (¡qué silencio el de las ong feministas!). Cuando hace eso, todos y no solo el Frente Amplio, deberíamos recordarle lo que Juan Carlos le reclamó a Hugo Chávez: ¿por qué no te callas?

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Antonio Mercader

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