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Mensaje para“todos y todas”

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Los uruguayos y las uruguayas están cansados y cansadas, hartos y hartas de que los y las engañen, los y las amenacen, y de ver como sus hijos e hijas quedan privados y privadas de futuro”.

Los uruguayos y las uruguayas están cansados y cansadas, hartos y hartas de que los y las engañen, los y las amenacen, y de ver como sus hijos e hijas quedan privados y privadas de futuro”.

Trocando la nacionalidad de los aludidos apelo a esta frase del escritor español Javier Marías como ejemplo de los desastres y piruetas que pueden hacerse con el lenguaje “no sexista” e “inclusivo” propuesto por feministas y ciertos progresistas.

Una década atrás Tabaré Vázquez sorprendió al dirigirse a “Uruguayos y uruguayas”, como si el clásico vocablo “uruguayos” no las englobara a ellas. Aquello fue la introducción oficial en nuestro país al más alto nivel del lenguaje políticamente correcto fomentado por quienes opinan que nuestra forma de hablar es “machista” pues las mujeres resultan disminuidas lo que repercute después en el trato que les damos. Esta última afirmación es exagerada por donde se la mire.

Además, del punto de vista gramatical, tal concepción es equivocada como acaba de reiterarlo la Real Academia al explicar que desdoblamientos como “todos y todas” son “artificiosos e innecesarios” desde el punto de vista lingüístico. Agrega que en los sustantivos que designan seres animados corresponde el uso genérico del masculino para designar a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos. Cuando se dice que todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho al voto es absurdo sostener que se discrimina en contra de las ciudadanas.

Tiempo atrás, la polémica se suscitó en España cuando una ministra, acérrima feminista idiomática, se dirigió a los “miembros y miembras” de cierta institución. La reacción contraria contra la ministra fue instantánea, incluido el pronunciamiento adverso de la Real Academia. En Uruguay, en cambio, esa corriente a favor del lenguaje no sexista conserva sus representantes, algunos de ellos ubicados en cargos públicos y por tanto con la potestad de contagiar al público con su pretendida corrección verbal.

Un caso interesante es el de Daniel Martínez, intendente de Montevideo que al asumir su cargo, ya en el encabezado de su discurso se la vio en figurillas para conservar el lenguaje “no sexista”. Fue así que se dirigió primero a “señores y señoras integrantes del Poder Ejecutivo”, pero después optó por invertir el orden al decir “señoras y señores legisladores” hasta que, exhausto tras varios intríngulis verbales, se rindió al referirse a todos los presentes simplemente como “amigos” y sin agregar -coherente con lo anterior- la palabra “amigas”.

Es que agota convertirse en orador “no sexista” porque tanta vuelta contradice el sabio principio de la economía del lenguaje y obliga a hacer filigranas como inventar palabras ridículas como “miembras”. Aparte, razonando por el absurdo con Javier Marías, se concluye en que si se acepta esta tendencia feminista en el idioma habrá que admitir que también lo masculino debe protegerse y así terminaremos hablando de “víctimo”, “colego” o “persono” cuando de un hombre se trata.

Todo ello en nombre de la invocada igualdad de género que es preciso defender, pero no feminizando palabras sino con hechos concretos contra flagelos tales como la violencia sexista o la inequidad salarial.

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Antonio Mercader

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