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Las mafias en el fútbol uruguayo

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Antonio Mercader
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Es triste ir al cine o al teatro en una fecha patria y comprobar que parte del público permanece sentado y ni siquiera canta el Himno Nacional. Todo lo contrario ocurre cuando la selección uruguaya de fútbol se presenta en el Centenario y una multitud de pie canta a rabiar el himno.

Es un momento único en donde las diferencias se borran y todo el país parece consolidarse en torno a una ilusión colectiva que merece conservase intacta.

Por desgracia hay quienes se empeñan en destruir tal ilusión como puede apreciarse en estos días en que ese deporte muestra su peor cara: la de las mafias que procuran dominarlo; la de las "cometas" y las "puntitas" de dinero contante y sonante que algunos escurren en sus bolsillos; la de las maniobras de grupos y hasta presiones de figuras del ámbito del gobierno. Todos ellos atentando contra la limpieza en la dirección del juego favorito de los uruguayos.

Hace cuatro años el caso de Eugenio Figueredo, envuelto en las trapisondas de la FIFA y condenado por corrupción en alta escala, confirmó que en el fútbol no es oro todo lo que reluce. Aunque muchos lo sospechaban desde antes, entonces quedó en evidencia que los dirigentes del fútbol mundial chapaleaban en el barro. Aparte de la vergüenza que nos hizo pasar Figueredo, los dirigentes del fútbol uruguayo —empezando por su presidente, Sebastián Bauzá— salieron sin manchas del asunto en tanto colegas de otros países declaraban ante los juzgados o marchaban a prisión.

Ahora, de golpe, una serie casi infinita de audios grabados clandestinamente revelan que el fútbol uruguayo está contagiado de esa lepra. La renuncia del presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), Wilmar Valdez, quien denuncia haber sido extorsionado y así obligado a retirar su candidatura a la reelección, reveló que las mafias continúan con vida y siguen amenazando esa ilusión colectiva que es el fútbol. Se habla de personajes extraños, un griego o un coreano entre otros implicados. La pandilla es internacional.

El asunto es turbio, confuso y con ramificaciones políticas. Se impone una profunda investigación por parte de la justicia actuando bajo denuncia o de oficio. Y si hay condenas por estafa, hurto o apropiación indebida, servirán de escarmiento y advertencia para los mafiosos que conspiran impunemente mientras rueda la pelota. Quizás los castigos ejemplares sean la forma de sanear el ambiente para conseguir lo que todo aficionado quisiera: menos tramoyas y mejor fútbol.

Es también lo que quieren los jugadores, para empezar los de la selección celeste que aprovechando su popularidad bien ganada pueden influir para limpiar tanta suciedad acumulada. Ya han demostrado su poder imponiendo una suerte de veto sobre uno de los candidatos. Quizás utilicen ese mismo poder para apoyar a dirigentes de la AUF capaces de actuar como hombres de honor, genuinos caballeros del deporte que los hay y los hubo en el pasado.

Solo así el fútbol uruguayo podrá salvarse de la lepra expuesta en esos audios vergonzosos. Solo así seremos dignos de aspirar a coorganizar el campeonato del mundo del año 2030, algo que hoy a la vista del escándalo desatado en la AUF parece un objetivo cada vez más difícil de alcanzar.

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