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Lucía Topolansky quedó en la vía

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Antonio Mercader
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Son cosas que suceden en el país del Frente Amplio, en donde los sindicatos mandan más que el gobierno. El minúsculo gremio de AFE, la Unión Ferroviaria (UF), se lo hizo sentir en carne propia a la presidenta (interina) de la República, Lucía Topolansky, que quedó de a pie, decepcionada, esperando abordar un tren que nunca partió.

Iba a ser el viaje inaugural de la línea de pasajeros hacia Empalme Olmos, con presidenta, ministros y directores del ente a bordo. Estaba todo listo cuando se supo que el sindicato había decretado un paro en protesta contra los cambios en AFE.

En eso son expertos. Dos misiones sucesivas de técnicos finlandeses enviados por UPM para comprobar el estado de las vías férreas ya lo padecieron. Cuando iban a empezar su trabajo la UF paró y los devolvió a Finlandia con las manos vacías. Y eso que se supone que la segunda planta de UPM es el proyecto estrella del gobierno.

No hay autoridad que pueda con ese gremio que resiste la modernización del ente a través de una empresa operadora propiedad de AFE, pero regida por normas de derecho privado (es decir, en donde hay que trabajar de verdad, como en el sector privado). Nadie puede con ellos, ni siquiera la izquierda compañera. Ya se sabe que no hay peor cuña que la del mismo palo.

Eso debe haber pensado Lucía Topolansky cuando quedó en la vía. Le pasó lo mismo que a cientos de turistas que en verano bajaron de los cruceros con el plan de recorrer en tren las bodegas de Canelones. La UF los clavó pese a los ruegos de la ministra de Turismo, Liliam Kechichian. Tampoco los conmovió el ministro de Transporte, Víctor Rossi, que lleva ocho años lidiando con ellos (cinco en el primer gobierno de Vázquez y tres en el actual). Sin éxito, por supuesto.

Hablamos del sindicato de un ente que tiene un déficit de más de 20 millones de dólares al año (que pagamos todos) y que va a cerrar el 2018 con menos carga transportada que nunca. Un sindicato que hace lo que le da la gana pues conoce la debilidad de estos gobiernos de izquierda por quedar bien con los gremios. ¿Acaso no es esa la política que practica el ministro Ernesto Murro inclinando la balanza siempre para su lado, tengan o no razón?

Así, la UF le paga al gobierno con su propia medicina. El FA se dedicó de manera sistemática a potenciar al máximo a los sindicatos. Lo hizo en la oposición apoyando paros, huelgas y ocupaciones. Una vez llegado al gobierno les dio un poder desmedido de hecho y de derecho como le consta al ensoberbecido Pit-Cnt. Todo eso explica que hasta un gremio tan pequeño como el ferroviario se salga siempre con la suya desde hace 13 años. La UF es un símbolo de esa perversión.

El gremio rechazó prime-ro el plan "privatizador" de Tabaré Vázquez. Luego desafiaron a José Mujica, com-prometido a lograr que en dos años circularan trenes de carga a 60 kilómetros por hora. Ahora le tocó a su esposa sufrir el desplante de los muchachos del riel. No hay quien los dome, hacen lo que quieren.

Tanto que el mismo día del desaire a Topolansky osaron impedir la marcha del tren de Peñarol, toda una tradición para celebrar la fecha del aniversario del club. Ya ni a los aurinegros respetan. Imperdonable.

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