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Izquierda y delito: un fracaso seguro

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Antonio Mercader
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El ministro Eduardo Bonomi se queja amargamente porque dice que la oposición aborda el problema de la seguridad como si se tratara de un "botín político".

En cierta medida lo es, pero es innegable que el tema concita la inquietud de ciudadanos de todos los colores políticos. Es natural que la oposición critique a un ministro del Interior que lleva ocho años en el cargo y sigue rigiendo una de las áreas más débiles de la gestión del gobierno.

Más raro es que la crítica proceda del propio Frente Amplio. Peor aún, de un excolaborador de Bonomi, el sociólogo Rafael Paternain, que renunció a su cargo años atrás porque discrepaba con la forma en que el ministro presentaba las estadísticas del delito. La crítica de Paternain, senador suplente de Constanza Moreira, es más reveladora que la de blancos y colorados porque parte de la base que los gobiernos de izquierda suelen tener problemas permanentes en su accionar contra el delito.

Problemas que para el Frente Amplio parecen irresolubles. Todo empezó en su primer gobierno con un ministro como José Díaz, más preocupado por los victimarios que por las víctimas de los crímenes. Después llegó Bonomi con un aura de tipo duro, capaz de meter en vereda a los delincuentes, pero fracasó de entrada porque carecía de un plan que poco a poco ha tratado de construir entre fracasos y algún éxito.

Es aquí donde Paternain, que conoce bien el tema, hace un llamado a la realidad a través de frases tan concluyentes como esta: "el delito no baja, los niveles de violencia no se reducen, la ansiedad social tampoco disminuye y nos enfrentamos a demandas sociales que ya entran a preocuparnos más de la cuenta". Otro llamado al realismo dirigido a la interna del Frente Amplio dice así: "Es ingenuo pensar que el delito va a retroceder porque retrocede el porcentaje de pobreza, porque mejoramos el empleo o contenemos la inflación". ¡Bien! Ese fue siempre un argumento de la tan execrada "derecha". Da gusto saber que ahora tiene nuevos adherentes.

Con esto se va al tacho el viejo lema izquierdista de atender a las causas sociales del delito antes que prevenirlo y reprimirlo. Por supuesto que esas causas influyen —en particular la crisis de la educación entre los adolescentes—, pero la primera obligación del gobierno es brindar seguridad y trasmitirle a los malhechores la idea de que los perseguirá sin darles tregua. "Mano dura" en otras palabras, lo que no implica llegar a extremos como militarizar la represión o establecer la pena de muerte.

Paternain le propone al Frente Amplio una "discusión programática" sobre el tema a fin de elaborar en materia de seguridad "un proyecto político que pueda sostener, en un cuarto período de gobierno, una política que vaya hacia otro lado". Aunque Paternain da algunas pautas sobre la nueva política a instaurarse, todos saben que esas discusiones no concretan nada. Además, el territorio en el que se mueve sigue siendo un coto de caza para improvisadores, oportunistas y negadores del avance delictivo que azota a todo el país.

Paternain formula sus críticas y explica sus propuestas aunque difícilmente le harán caso si este país —Dios no permita— tiene la desgracia de soportar un cuarto gobierno frenteamplista.

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