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La inseguridad es la tumba del FA

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Antonio Mercader
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Basta andar por la calle y hablar con la gente para comprobar que es cierto lo que cantan las encuestas. La aprobación de la gestión del gobierno sigue en baja igual que la intención de voto para el Frente Amplio.

Lo muestran las encuestas no en una foto aislada sino en una película cuyo final parece conducir inexorablemente a la derrota de la izquierda.

La gente en la calle sufre ante todo la inseguridad, un flagelo que golpea arriba y abajo, sin discriminar entre ricos y pobres. Noche a noche los noticieros de la TV reflejan el ascenso de la criminalidad a niveles desconocidos en nuestro país. Exhiben además protestas populares espontáneas como nunca se habían dado en las últimas décadas. Si bien la educación y la economía siguen preocupando, la inseguridad es la primera razón del desfonde del gobierno frentista. Un fenómeno antes confinado en Montevideo y Canelones que ahora se extiende —como una mancha ominosa— a lo largo y ancho del Uruguay.

Tras el primer gobierno de Tabaré Vázquez el folleto oficial de la campaña de José Mujica reconocía que la inseguridad era "una asignatu- ra pendiente". El remedio —anunciaba— era colocar como ministro del Interior a Eduardo Bonomi, a quien se describía como el hombre idóneo para cumplir "aquellas misiones que no pueden fracasar". Hoy nadie —ni siquiera la mayoría de los frentistas— discuten que Bono-mi fracasó en toda la línea, al igual que sus anteceso- res, José Díaz y Daisy Tourné, cuyas actitudes rayaron en su momento, casi en lo demencial.

El Frente Amplio, enzarzado como está en el baile de las candidaturas, sigue desentendido de la angustia de la gente que no está dispuesta a esperar casi dos años viviendo con temor, entre rejas y mirando de reojo cada vez que entra en su casa. Por un momento, Tabaré Vázquez pareció darse cuenta de ello al intervenir directamente en el tema dejando de lado a Bonomi. Pero fue un espejismo. Todo continúa igual o peor mientras los zares del Frente Amplio, incluido el presidente, juegan con los nombres de presuntos presidenciables.

En este panorama la oposición gana puntos en las encuestas. Trece años después del primer gobierno de izquierda el disgusto y el hartazgo con el Frente Amplio son cada vez más evidentes. Antes ni siquiera toda la oposición sumada lograba mejores cifras que la izquierda. Ahora, uno solo de los partidos opositores, el Partido Nacional, encabeza las preferencias de la opinión pública. En un balotaje que congregue a todas las fuerzas antifrentistas la derrota del oficialismo será inevitable.

Hizo bien que el Partido Nacional presentara en público a todos sus candidatos a participar en las elecciones internas de mayo próximo. Unidad ante todo en medio de la pluralidad de opciones. Lo que falta ahora es que el Partido como tal y en particular sus candidatos, presenten un programa de gobierno que marque el énfasis en el combate contra el crimen. Si este es el problema que más preocupa hoy a la gente corresponde definirse antes de que empiece la campaña. Eso es lo que se espera.

Un programa que además debería anticipar las grandes líneas de la política de seguridad y ofrecer los nombres de quienes asumirán una misión en donde esta vez no se puede fracasar.

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