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Impunidad para “lavar cabezas”

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Reconforta saber que el ministerio de Educación y Cultura se preocupa por el uso en Secundaria de libros que buscan “lavar la cabeza” a los alumnos. El problema es que, aparte de preocuparse, poco puede hacer para evitar que los liceales aprendan en libros escritos en beneficio de las ideas de izquierda.

Reconforta saber que el ministerio de Educación y Cultura se preocupa por el uso en Secundaria de libros que buscan “lavar la cabeza” a los alumnos. El problema es que, aparte de preocuparse, poco puede hacer para evitar que los liceales aprendan en libros escritos en beneficio de las ideas de izquierda.

El director de Educación de ese ministerio, Juan Pedro Mir, dice que no se callará ante las denuncias de violación de la laicidad con textos tendenciosos y que trabajará para crear una política nacional de materiales educativos. Bravo por él, pero no se sabe cómo logrará imponer su voluntad a una ANEP que goza de una autonomía asegurada por la Constitución y puede hacer lo que le venga en gana.

Una autonomía total que explica la falta de reacción de las autoridades ante denuncias contra un libro de historia nacional que identifica a los partidos tradicionales con el neoliberalismo y a este último con el fascismo. Un libro violatorio de la laicidad que circula en los liceos sin que desde Secundaria nadie salga a explicar, a excusarse, a anunciar que se suspenderá su distribución o se lo revisará. Nadie hace nada, como si todo fuera normal.

El problema justamente es que eso es lo normal. ¿Recuerdan cuando hace unos años se exhibieron las tapas de un libro de Primaria con las fotos de Tabaré Vázquez y el Che Guevara? Hubo revuelo como hoy, pero sin consecuencias. El libro siguió su curso y a los escolares uruguayos se les grabaron para siempre las caras de un presidente uruguayo junto a un guerrillero argentino.

Aquello era una violación de la laicidad tanto o más gruesa que la de ahora. Sus consecuencias son parecidas aunque esta vez la nota distinta la dio el director de Educación con sus indignados comentarios. Algo es algo, aunque el problema de fondo persiste: el ministerio de Educación y Cultura no puede imponerse sobre Secundaria y suprimir los textos sesgados.

En esa imposibilidad se condensa uno de los dramas de la educación uruguaya: la excesiva autonomía de los entes educativos que escapan al control y a la orientación del gobierno. El director Mir lo reconoce al decir que trabajará en pro de una “política de Estado” con los materiales educativos y que “todos los países serios” la tienen, pero en seguida advierte que no violará la autonomía de la ANEP que conservará su “libertad para comprar y recomendar a sus docentes” los libros que quiera.

Así, el libro con Vázquez y el Che en la portada o este adefesio histórico escrito para la mayor gloria del pensamiento “progresista” tienen larga vida asegurada por más que el ministerio grite y patalee y que los ciudadanos lo condenen sin que nadie se atreva a defender en público su politizado contenido.

Se dice que la fuerte implantación lograda en el país por la izquierda en los últimos años y reflejada en los resultados de tres elecciones consecutivas tiene una raíz cultural tal como lo previó el comunista italiano Gramsci. Es cierto. Tan cierto como que esa implantación comienza por los textos escolares y se ratifica en los liceales.

El ministerio de Educación y Cultura puede protestar y proponer cambios, pero nada más. Mientras no se amplíen sus competencias en la materia -y eso sí justificaría una reforma constitucional- las cosas seguirán tal como Gramsci quería.

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Antonio Mercader

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