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La gran lección de Winston Churchill

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Antonio Mercader
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Cuando todo está perdido, sabemos que si cedemos… perecemos". Esta frase del escritor Rudyard Kipling se ajusta como anillo al dedo a lo que Winston Churchill hizo en mayo de 1940, toda una lección para enfrentar a dictadores potenciales o en ciernes.

Una buena película sobre el tema se exhibe en los cines de Montevideo bajo el título de Las horas más oscuras.

¡Y vaya si lo eran para una Inglaterra en bancarrota económica, asediada por el nazismo dominante en casi toda Europa! Con un ejército disminuido y en retirada, rodeado de políticos que clamaban por negociar la paz con Hitler, Churchill fue el único que sostuvo contra viento y marea que con los dictadores no se negocia: se los enfrenta.

"Cuando ya no quedaban armas en su arsenal, Churchill recurrió al arsenal de las palabras", dijo un historiador. Es cierto. Electo primer ministro con un débil respaldo en un país todavía traumatizado por la carnicería de la Primera Guerra Mundial, este veterano político logró convencer con su oratoria que al nazismo había que detenerlo por todos los medios. Y lo logró a través de una serie de discursos magistrales pronunciados en el Parlamento o emitidos por radio desde el búnker secreto que fue su cuartel general en la guerra.

Su grito "¡Jamás nos rendiremos!" prendió entre la gente y arrastró hasta a los políticos pacifistas que creían que se podía dialogar con Berlín. Detrás del efectismo de sus palabras latía la idea de que a los tiranos sin escrúpulos hay que afrontarlos con coraje, ignorando sus bravatas y mostrándoles que no se les teme. Las palabras del primer ministro templaron el corazón de los ingleses para sortear la dura prueba a la que serían sometidos ("combatiremos en las playas, en los lugares de desembarco, en los campos, en las calles y en las montañas…").

Su optimismo a toda prueba, su convicción de que Inglaterra resistiría hasta el fin y su creencia de que el nazismo era la encarnación del mal, fueron decisivos entre 1940 y 1944. La película, nominada al Oscar, con un primer actor extraordinario, describe lo ocurrido en los días en que Churchill debutó como primer ministro sin tener siquiera el apoyo completo de su propio partido.

Es una película que en esta Latinoamérica nuestra, históricamente amenazada por las dictaduras y los hombres providenciales, muchos deberían ver. Para empezar los venezolanos que han dado muestras en las calles de su valor para resistir al infame gobierno de Nicolás Maduro. Siguiendo a Churchill tendrían que mantener su fe en que tarde o temprano podrán derrotar a ese déspota que al igual que Mussolini linda con lo payasesco.

Las horas más oscuras debería inspirar también a los cubanos que hace más de medio siglo soportan a la dinastía Castro. Su situación es más difícil porque se topan con una dictadura sólidamente implantada. Pero en Cuba hay gente que no se descorazona y se prepara para ocupar nuevos espacios de resistencia cuando Raúl Castro deje el poder en pocos meses.

En ambos casos, en medio de la adversidad, debería primar la confianza en las propias fuerzas. En tal sentido, la imagen de ese Churchill desafiante, alentando a resistir, es una fuente de inspiración para quienes aman la libertad y detestan las tiranías.

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