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Gobernar no es vender espejitos

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Antonio Mercader
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Cuando Inglaterra y Francia anunciaron el proyecto del Eurotúnel que uniría a las Islas Británicas con el continente le preguntaron a Margaret Thatcher si se justificaba realizar un proyecto tan caro y ambicioso.

La entonces Primera Ministra dio una respuesta memorable: "Además de su justificación económica el Eurotúnel atiende a la idea de que cada generación tiene derecho a concebir y ejecutar un gran proyecto, uno de esos que permiten soñar con un país mejor".

La postura de Thatcher no era novedosa. Desde tiempos inmemoriales quienes gobiernan formulan promesas para que la gente avizore un futuro mejor. El problema está en que algunos gobernantes las cumplen y otros no. Uruguay es un ejemplo de este último caso.

Haciendo un poco de memoria hay que recordar a Tabaré Vázquez en 2005, en su primer gobierno, anunciando con pompa y circunstancia la reforma del Estado, a la que denominó "la madre de todas las reformas". Terminado su período de gobierno se advirtió que todo quedó en palabras. La tal reforma no solo no se hizo sino que en ese quinquenio el Estado engordó su planilla con más de 25.000 nuevos cargos al tiempo que nació un entramado de nuevos organismos. En conclusión, un Estado más pesado y costoso para el contribuyente, causa del déficit fiscal y un lastre para el futuro del país.

Después vino José Mujica, cuya mayor promesa, tres veces repetida en su discurso inaugural, fue reformar la educación, cosa que no hizo y de la que desistió con su famoso "no me la llevan". Nunca hubo en la presidencia un vendedor de ilusiones de tal magnitud. Durante cinco años atronó los aires con el cambio de la matriz productiva, el puerto de aguas profundas y el proyecto Aratirí, la regasificadora de Puntas de Sayago y la reestructura de AFE, por citar algunos de sus espejitos favoritos. Un tendal de deudas y planes inconclusos es lo que queda de ese período en donde, faltaba más, el Estado y su legión burocrática siguieron creciendo.

El retorno de Vázquez al poder también vino con lo suyo. Cambiar "el ADN de la educación" y bajar las rapiñas en un 30% se demostraron rápidamente como metas imposibles. Recurrió entonces a la idea del Uruguay petrolero juntando a expresidentes y dirigentes de todos los partidos para discutir, entre otras cosas, qué hacer con el producto de la nueva riqueza emanada de los hidrocarburos. Fue la típica historia de vender la piel del oso antes de haberlo cazado. El proyecto del "Uruguay saudí" para hacer soñar a los uruguayos duró lo que un lirio.

Sobre el fin de un ciclo de 15 años de gobierno de izquierda ninguno de esos sueños se hizo realidad. Ríos de tinta y de espacios televisivos derrochados en vender aire mientras Ancap se fundía, aumentaba la deuda externa y la inseguridad se transformaba en la obsesión cotidiana de los uruguayos. En este momento el gobierno no puede ni siquiera esbozar un proyecto que encienda la imaginación de la gente aunque sea por un ratito.

Alguien dijo que un buen gobernante debe ser corto en la promesa y largo en el cumplimiento. El Frente Amplio hizo exactamente lo contrario en sus tres mandatos. Es algo que ningún ciudadano debería olvidar el año próximo a la hora de introducir su voto en la urna.

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