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Los fascistas que Miranda ignora

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Antonio Mercader
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Cuando era un defensor de los derechos humanos Javier Miranda era un tipo racional, moderado y de perfil bajo, atributos que explican su elección para presidente del FA dos años atrás.

Desde entonces sufrió una transformación personal que lo lleva a discursear como si fuera un sabio líder con respaldo popular, capaz de representar a toda la izquierda y apto para opinar como un experto en temas de política y en particular de política exterior.

En entrevista con Búsqueda Miranda aseguró que Jair Bolsonaro es "un fascista" y que Uruguay debe prepararse para romper relaciones con el país vecino si allí se establece "un régimen de corte nazi-fascista". En boca del presidente de la coalición de gobierno de Uruguay estas expresiones suenan ofensivas en Brasil. Se suman además a la penosa actitud del gobierno uruguayo tras el resultado de las elecciones norteñas y no ayudan a mejorar la relación entre ambas naciones.

A poco que se los analice, los argumentos de Miranda se vuelven en su contra. Es el caso de la calificación de "fascista" a Bolsonaro por quien preside a un FA incapaz de condenar a regímenes típicamente fascistas como Cuba, Venezuela o Nicaragua. Antes de anunciar la ruptura con Brasil por lo que podría llegar a ser, Miranda debería mirar lo que ya son Cuba, Venezuela y Nicaragua, tres países gobernados por líderes fascistoides.

Siguiendo a Hannah Arendt, entre las principales características del fascismo están las siguientes: privación de libertades individuales, ausencia de elecciones democráticas, militarización del país, creación de amenazantes enemigos exteriores, uso de la represión mediante bandas parapoliciales (disfrazadas de "pueblo") y encima de todo eso un "líder narcisista ansioso por escucharse hablar a sí mismo".

Aquí no se trata de repasar las conocidas similitudes entre fascismo y comunismo sino de aplicar esa caracterización a personajes como los Castro, Maduro y Ortega, compañeros progresistas de ruta a los que el FA no condena sino que apoya en cuanto puede. Miranda aclara que tiene ciertas reservas sobre la democracia en Venezuela y Nicaragua en tanto se olvida de mencionar a Cuba (raro ¿no?). Según Miranda ni en Venezuela ni en Nicaragua se habla de "eliminar a los enemigos" como dijo Bolsonaro.

Empero, mientras que Bolsonaro aún no asumió ni mató a nadie (más bien está buscando alianzas y negociando con antiguos enemigos) Castro, Maduro y Ortega siguen matando a destajo, masacrando a manifestantes, tirando por la ventana a presos políticos y reprimiendo con sus parapoliciales cualquier intento de protesta. No hablan de hacerlo, lo hacen con el consentimiento de muchos de los presididos por Miranda, quien ante esos casos ni se rasga las vestiduras ni habla de romper relaciones.

A pesar de tanta contradicción Miranda se atreve a dictarle al mundo unas clases de democracia. Le preocupa su vigencia en Brasil tanto como en Polonia y Hungría, algo que insólitamente entrevera con el Brexit británico (que nada tiene que ver). Las lecciones sobre democracia debería dárselas a varios de sus compañeros que no creen en ella. Sería bueno que empezara con los comités de base explicando cómo era el fascismo de Mussolini a ver si algo les suena conocido.

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