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La epidemia de nepotismo

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Antonio Mercader
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Aunque sobraban denuncias de todo pelo y señal contra la cúpula de ASSE, un caso de nepotismo terminó con la carrera de tres de sus directores.

Hay que reconocer que ese caso era de un exceso insoportable: la novia del hijo del vicepresidente fue nombrada en un cargo con un sueldo de $ 57.000. Esto de los noviazgos como forma de acceder a la función pública en la era del Frente Amplio tenía el antecedente de la ministra Marina Arismendi contratando a su futuro yerno en el Mides (e incluso, se dijo, al padre de su futuro yerno). La familia ante todo, parece ser el lema de la izquierda.

Tanto es así que el reemplazante de Susana Muñiz, la renunciada presidenta de ASSE, es Marcos Carámbula, un veterano en materia de nepotismo. Al menos fue el primer intendente frentista denunciado por sus excesos en la materia. En 2007, antes de promediar su mandato, Carámbula estaba públicamente acusado de haber colocado en las oficinas municipales canarias a su hermano, a su esposa, a su nuera, a su primo y —faltaba más— a su sobrino (nepote, del latín, origen de la palabra nepotismo). A ello se añadía el nombramiento de 92 cargos de confianza, todos ellos observados por el Tribunal de Cuentas.

Quizás Carámbula tenga las credenciales para reencauzar a ASSE (es médico y tiene experiencia al mando de organismos públicos), pero no las tiene para dar lecciones sobre cómo apartar a la familia de los cargos bajo su égida.

Sus pecadillos del pasado son hoy tan comunes que este borrón en su currículo tiende a pasar desapercibido. Es que el nepotismo está entronizado más que nunca en el Estado por un partido político, el Frente Amplio, que suma tres gobiernos consecutivos. Esa continuidad les inocula a sus miembros una sensación de impunidad, una actitud de "nombro a quien se me dé la gana", que antes no existía.

Tan grave como eso es que el nepotismo se extiende como epidemia a otros partidos, en particular —y lo digo con pena— al Partido Nacional. Las situaciones planteadas en las intendencias de Artigas y Lavalleja son muestra de ello, lo cual permite que un grueso sector de la opinión pública equipare a los blancos con los frentistas, algo que se resume en la frase "son todos lo mismo". Aquí es donde el Partido Nacional está fallando al no imponer su autoridad para desterrar de sus filas esta práctica de promociones familiares.

Su directorio debió actuar en el tema con presteza y ejecutividad, cosa que no hizo.

Todo esto es parte del drama político que vive hoy nuestro país. Existe un partido gobernante que se derrumba solo, víctima de sus propias fallas, pero falta que se ponga por delante a otro partido que se presente como una opción sólida, distinta y promisoria a la cual confiarle el próximo gobierno. Un partido opositor unido y sin fisuras que demuestre en los hechos que es la única opción para terminar con la pesadilla de un país manejado a los tirones entre la rosca MPP-Comunistas, la dupla Vázquez-Astori y el ensoberbecido poder sindical.

El año que viene habrá elecciones. No sobra el tiempo. El Partido Nacional y sus líderes tienen todo para ganar si son capaces de dar un paso adelante en materia de nepotismo y en otras muchas en donde la gente clama por un cambio.

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