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La despedida más esperada

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Antonio Mercader
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Semanas atrás paré mi auto en una esquina de Cufré esperando para cruzar Hocquart. De pronto me sobresaltó un golpe fulminante contra el vidrio de mi acompañante que quedó hecho añicos.

Y el grito de mi mujer: "¡Me robaron la cartera!" Cuando giré la cabeza, el ladrón ya estaba a 15 metros de distancia cartera en mano. Dos parroquianos de un bar vecino me dijeron, a modo de consuelo, "pasa siempre". ¡Siempre!

En la comisaría, cuando hice la denuncia, un agente que me tomó los datos, tras oír mi historia hizo un ademán de resignación al comentarme: "Están bravos los muchachos". Me explicó que los rapiñeros abandonaron las zonas céntricas —en donde hay cámaras de vigilancia— para atacar en otros sitios. "Esa esquina es fatal", concluyó. "¿Y por qué no ponen ahí un policía?", pregunté. "Falta gente, no tenemos suficiente personal", fue la respuesta.

No quise explicarle al agente que, según datos oficiales, en la última década se había triplicado el número de policías en Montevideo y que bien podrían mandar a alguno a darse una vueltita por Cufré y Hocquart. Ni siquiera pensé en decirle que en ciudades mucho más grandes que Montevideo suele verse en numerosas esquinas a policías en actitud vigilante. Es una forma de disuadir al potencial delincuente, pero aquí no se usa. ¿Por qué?

Es una de las muchas preguntas que me hubiera gustado hacerle a Eduardo Bonomi mientras lo oía perorar ante el Senado el día de la interpelación. Un ministro que mostró su escaso respeto al Parlamento al jugar sarcásticamente con la idea de la "despedida" que no era la suya, tan esperada por cierto, sino la del interpelante senador Bordaberry, quien como es sabido anunció que dejará la política.

En tren de producir sarcasmos uno podría retrucarle con otros. Por si no lo recuerda, uno de sus antecesores, el socialista José Díaz, aquel que se preocupaba más del victimario que de la víctima, aconsejaba a la gente salir a la calle con un silbato y pitarlo ante cualquier amenaza. El propio Bonomi zigzaguea tanto que es difícil entender sus planes. Policías circulando en actitud vigilante ya vimos que no los tiene o no los quiere. En cambio nos ha vendido acciones tan dispares como los operativos de saturación en "zonas rojas", el sistema de espionaje conocido como "El Guardián", el PADO, que por un momento pareció la solución; disparar balas de goma, etcétera.

La bancada del Frente Amplio, que se apresta a confirmarlo en su cargo, no parece consciente de la gravedad de la situación que afrontan los uruguayos en materia de seguridad. Tampoco lo parece Tabaré Váz-quez, que previo a la interpelación elogió a Bonomi (y de paso a su propio hermano) por su actuación ministerial. Edgardo Novick, que más que como candidato presidencial se luce como acuñador de eslóganes, pintó unos cuantos muros de esta ciudad con una frase que invita a reflexionar: "Sin seguridad no hay libertad".

Ese es el problema. No hay libertad de salir y dejar la casa vacía para que la roben. No hay libertad para andar tranquilo por la calle a cualquier hora del día. La inseguridad ha cambiado nuestras costumbres. Vivimos entre rejas mientras el Frente Amplio confirma al sarcástico Bonomi en su cargo. Así estamos.

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