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Corrupción “K” y el Frente Amplio

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Al Frente Amplio le cuesta reconocer la corrupción que embadurna a sus compañeros de ruta en Argentina.Tanto le cuesta que algunos de sus dirigentes la minimizan como si los gobernantes “kirchneristas” integraran un santoral traicionado apenas por unos pocos corruptos desviados.

Al Frente Amplio le cuesta reconocer la corrupción que embadurna a sus compañeros de ruta en Argentina. Tanto le cuesta que algunos de sus dirigentes la minimizan como si los gobernantes “kirchneristas” integraran un santoral traicionado apenas por unos pocos corruptos desviados.

Observemos la reciente intervención del diputado socialista uruguayo Gonzalo Civila en un foro organizado en Buenos Aires por los socialistas argentinos. Allí Civila acometió contra “algunos mafiosos” denunciados por sus prácticas corruptas. En la misma línea, el exministro argentino de Economía, Axel Kicillof, habló de “un vivo, un corrupto”, como si la corrupción rampante en los gobiernos “K” se redujera a unos pocos casos, o mejor aun, a uno solo, el de José López ocultando bolsas de dólares en un convento de monjas.

Se entiende que un ladero de Cristina Kirchner, miembro de “La Cámpora” y procesado por la causa del dólar futuro quiera minimizar el asunto. Más difícil es entender que un político uruguayo caiga en la trampa de creer -o hacer como que cree- que lo de López y algún otro son excepciones a la regla de honestidad de los gobiernos “K”. Desde hace tiempo tanto él como la opinión pública de ambas orillas del Plata saben que de Néstor y Cristina para abajo es larga la lista de funcionarios incriminados por corrupción. Por ese motivo en el período 2003-2015 hubo 2.160 denuncias realizadas ante la justicia según un informe de la Cámara Federal de Buenos Aires.

Más que el desvío ocasional de “algunos mafiosos” o el de “un vivo, un corrupto” esa cifra descomunal delata la existencia de una red encaramada en el gobierno y dedicada al latrocinio. Desde rapacerías como la valija de Antonini y la bolsa de dinero oculta en el toilet de una ministra hasta el blanqueo organizado por Báez en hoteles de la pareja presidencial o la escala de sobreprecios (coimas) para adjudicar las obras públicas, todo eso conforma un registro criminal tan impresionante que algunos definen al régimen de la Argentina kirchnerista como una “cleptocracia”.

Imposible alegar que los dirigentes de la izquierda uruguaya ignoraban esto y que recién ahora, tras el vodevil de las bolsas del convento, conocen la cara oculta de sus amigos kirchneristas, los mismos que en cada elección uruguaya de 2004 a la fecha cooperaron de todas formas con el Frente Amplio. ¿José Mujica, cuando pronosticaba alegremente el triunfo de Scioli y no el de Macri, nunca sospechó sobre la cleptomanía de los “K”? ¿Tampoco sospechó Lucía Topolansky cuando un año atrás elogiaba a “La Cámpora” en actos de la campaña electoral argentina y señala-ba al impresentable Máximo Kirchner como líder promisorio en el “horizonte” del país vecino? ¡Por favor!

Se dirá que no es función de nuestros políticos acusar de corrupción a sus colegas extranjeros, pero de ahí a minimizar sus faltas e incluso a defenderlos y venderlos como buenos, hay un trecho difícil de colmar. Que lo diga si no la senadora Constanza Moreira, quien hace poco protestaba porque “blancos y colorados dicen pestes de los gobiernos K” que, según ella, “han sido probablemente los mejores de los últimos 30 o 40 años”.

¿Moreira entenderá ahora a qué peste se referían?

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Antonio Mercader

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