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Valores en jaque

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Anibal Durán
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Asistimos con perplejidad pero también con pasividad, a un escenario donde se permite hacer cualquier cosa, sin que ello implique el más mínimo problema para el infractor. ¿Quién paga por todos esos desatinos? ¿Alguien se lleva las culpas ?

Los que cometieron tropelías se frotan las manos, solazándose con lo sucedido y prestos a repetir dicha actitud ante la primera oportunidad que se presente.

Porque así también tiran papeles en el suelo, así también pintan paredes y monumentos (la mayoría de las veces con cosas obscenas) y así también rayan las pinturas de los autos caminando en forma paralela al mismo y poniendo una llave sobre su superficie. Este daño gratuito que se inflige… ¿lo paga alguien?

En otro editorial que escribí tiempo atrás, me referí al acostumbramiento que estamos adquiriendo tolerando conductas lesivas y contrarias a las buenas costumbres; y con ellas convivimos padeciéndolas en silencio o lanzando algún exabrupto que nada corrige.

Me decía un amigo (a su vez quien me inspiró en esta prosa), que en algunos estados de Estados Unidos, los escolares son llevados una vez por mes a levantar papeles de algún punto de la ciudad y depositarlos en los recipientes ubicados para ello.

Un ingeniero argentino cuenta la anécdota que le sucedió en Estocolmo, Suecia.

Al llegar a la estación del metro, notó que había varios molinetes donde se debía mostrar el boleto y otro molinete que daba paso gratuito. Sorprendido le preguntó a la vendedora por qué sucedía esto y ella le respondió que el gratuito era para aquellos que por alguna circunstancia no tuvieran dinero. La pregunta era de cajón: ¿y los que se hacen los vivos y simplemente no quieren pagar? La empleada sueca respondió desde los dictados de su corazón: ¿y por qué harían eso?

El ingeniero notó cómo los molinetes pagos se abarrotaban de gente y el gratuito seguía vacío. Extrapole esta situación a "nuestra viveza criolla".

Otra anécdota, esta vez británica, extraída de este matutino. Un ministro debía defender un proyecto de ley ante la Cámara de los Comunes, pero llegó cinco minutos tarde a la cita. Un parlamentario de su partido conservador hubo de hacerlo por él. ¿Saben cuál fue la reacción del ministro? Le ofreció su renuncia a la Primera Ministra. También extrapole, estimado lector…

Es decir, esos países van adquiriendo un patrón de conducta que no debe colidir con las buenas costumbres y por el contrario, van moldeando una forma de ser, altruista, generosa, decorosa ya desde la infancia ¿No sería buena cosa establecer que aquellos infractores que se les compruebe que han hecho algún desmán o alguna tropelía como las citadas, deban someterse a algún trabajo comunitario que compense en algo a la sociedad? Verbigracia, asear plazas públicas o limpiar monumentos o muros de la ciudad.

¿No sería buena cosa empezar a hacer valer una actitud que no va a tolerar el daño gratuito, la rotura de bienes materiales con total desparpajo o la afrenta en general a las buenas costumbres ?

Es un tema cultural: cultura es la capacidad adquirida de hacer en cada circunstancia lo más adecuado (Max Scheller).

El senador Jorge Larrañaga tiempo atrás presentó un proyecto de ley vinculado a la educación ética y ciudadanía para una sociedad de valores. No abundaremos en el mismo, pero apunta entre alguno de sus objetivos a transitar, por una acción sistemática, explícita y programada en educación en valores. Recuerdo el artículo constitucional 71, que reza así: "En todas las instituciones docentes se atenderá la formación del carácter moral y cívico de los alumnos". Entendemos que este artículo es decorativo y que si bien el mandato que impone no da lugar a cuestionamiento alguno, en la práctica no se cumple.

Hasta ahora pura retórica… como tanta cosa.

Vivir con valores o vivir los valores no sería tema de conflicto, si no fuese porque existimos vinculados. Nacieron respondiendo a necesidad humanas: la necesidad de vivir, de hacerlo con dignidad, con solidaridad. Por ello hay límites que surgen con la presencia del otro: sus inquietudes, opiniones y actitudes deben contemplarse. No hay pues valores sin el otro. Es en la relación entre las personas, en donde se ponen en juego los factores básicos de la moral. Como dice el filósofo Lévinas: la moral se sostiene en una frase de cuatro palabras: "Ud. primero, por favor". Por eso mejorar la vida no apunta necesariamente a mejorarla en confort o desde el punto de vista físico, sino a hacerla más digna en términos morales.

Esta chatura que nos invade nos perjudica a nosotros, pero deja una impronta grabada a fuego para el futuro que las nuevas generaciones deberán afrontar… y la educación tiene que ser bastión del cambio. Imperiosamente hay que cambiar el patrón de conducta y dejar de ser permisivos.

Si no somos mejores personas, no seremos un mejor país. Y los políticos deberían dar ejemplo de ello.

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