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Los torpes soberbios

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Anibal durán
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Están preparados los precandidatos que se han lanzado al ruedo para gobernarnos? ¿Quién dirime esa cuestión, en su fuero interno? ¿Dónde está el examen final que los habilita a ello?

Como hemos manifestado desde estas páginas, la política es una carrera abierta y allí se anota un espectro amplio de ciudadanos.

Los que están bien inspirados en el fin esencial de la política: hacer que la gente viva con dignidad, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos; pero a su vez muchos de éstos, bien inspirados, no tienen la capacidad o la competencia para llevar adelante esos buenos propósitos y lo saben. Están también los que buscan medrar con la política y capaces o no, su fin ulterior es otro: empoderarse con algún fin espurio, enriquecerse a costilla del erario público, etc. Los ejemplos, abundan.

Argentina es palmario: los K hicieron destrozos; allí está todo el entorno de Cristina preso y a ésta la salvan, los fueros. El 30% de los argentinos la votaría de nuevo (ahora de vice). Su candidato, Fernández, supo fustigarla moralmente… El tango Cambalache, un poroto.

Y finalmente, están por suerte, los bien inspirados pero además lucen competentes para el fin tan sublime de dirigir los destinos de una Nación.

Nos presidió Mujica Cordano. ¿Cómo calificarlo? Y entonces uno queda como rumiando. Comenzó a vocalizar en un lunfardo contagioso, desprolijo en su vestimenta y viviendo en su chacra con aspecto humilde y la gente se comió la pastilla. Hoy están las secuelas de tanto desastre, gubernativo y ético.

Dos investigadores americanos, Dunning y Kruger, estudiando el comportamiento de ciertos estudiantes, en la Universidad de Cornell, USA, concluyeron que cuanto menos sabemos, más listos creemos ser. Establecieron que las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar las capacidad y conocimientos que realmente tienen y viceversa. Así, los más capaces y competentes se infravaloran.

Estos psicólogos sociales (uno profesor y el otro un alumno brillante), se percataron luego de muchos estudios e investigaciones, que cuanto mayor era la incompetencia del sujeto, menos consciente era de ella. Y sucedía lo contrario, con los sujetos más competentes.

Y llegaron a algunas conclusiones: reitero, se muestran incapaces de reconocer su propia incompetencia.

Tienden a no poder reconocer la competencia de las demás personas.

No son capaces de tomar consciencia de hasta qué punto son incompetentes en un ámbito.

Si son entrenados para incrementar su competencia, serán capaces de reconocer y aceptar su incompetencia previa.

Este fenómeno también se observa, cuando los expertos en alguna materia ofrecen opiniones atinadas sobre algún problema, mientras las personas ignorantes en el asunto creen tener respuestas absolutas y sencillas a las mismas cuestiones.

¿Por qué ocurre lo narrado? Los profesores de marras dicen que esta percepción irreal se debe a que las habilidades y competencias necesarias para hacer algo bien son, precisamente, las habilidades requeridas para poder estimar acertadamente el propio desempeño de la tarea. Por ejemplo: en el caso que mi ortografía sea muy mala, mi conocimiento necesario para detectar que mi nivel en cuanto a la ortografía es muy bajo y así poder corregir mi desempeño, es precisamente, conocer las reglas de la ortografía. Solo conociendo la normativa en la escritura soy capaz de tomar conciencia de mi incompetencia. Detectar mi falta de habilidad en esta área no corregirá mis falencias al respecto en forma automática: tan solo me conferirá consciencia de que mis habilidades precisan más atención. E igual con cualquier otro ámbito de conocimiento.

Lo curioso de este efecto psicológico es que, además, aquellas personas incompetentes, no solo llegan a conclusiones equivocadas y toman malas decisiones, sino que su incompetencia no les permite tomar conciencia de ello .

Extrapole todo lo expuesto a nuestros precandidatos y saque sus propias conclusiones (sin perjuicio de aplicarlo también a quienes nos gobiernan y gobernaron y tomaron decisiones que aún padecemos).

En definitiva, alguien puede ser experto en un tema y sin embargo no estar capacitado para darse cuenta de que no lo es en otros temas o habilidades.

Equilibrio en el candidato se requiere, que sea una suerte de diletante (conoce en general los temas que atañen a un gobierno), aunque puede ser “fuerte” en alguno, que haga acto de contrición con sus carencias y que se rodee de gente de bien y erudita.

Hasta candidatean a Tinelli en la vecina orilla, patente de corso sin límite. “Chau chau chau chau”, así finalizaba el conductor sus programas”. Chau chau chau chau” a nuestro desarrollo si no sabemos discernir a la hora de votar.

La omnipotencia que muestran algunos, va de la mano del hartazgo de muchos. El ignorante cree que sabe, el sabio sabe que ignora…

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