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Política y tolerancia

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Anibal Duran Hontou

Me parece buena cosa filosofar sobre este tema, todo lo relacionado con el justiprecio de hombres y hechos que han incursionado en el escenario político y toman decisiones en nombre de la ciudadanía. El prisma a través del cual se realiza esta clase de valoraciones es apasionado y por lo tanto, tiende a deformarse. Una mente obnubilada condiciona desde el primer momento la estimación del argumento y proyecta sobre él la presencia distorsiva de un espíritu injusto e ilógico. No surge la tolerancia para suavizar el estudio que se realiza; nunca o casi nunca aparece la buena voluntad que ella supone, para vestir de sentido común y sensatez el comentario. La verdad histórica se falsea (los libros de historia reciente lo demuestran), la documentación que atestigua se menosprecia.

Ninguna disciplina para la actividad humana está revestida de tanta pasión como la política. Tanto para la exaltación como para el vilipendio, tanto para encumbrar como para denostar, este escenario apasionado transporta el sujeto o la anécdota a un terreno efervescente y emocional, prejuiciado y fanático.

El político actúa frente a las masas, despierta sus pasiones, se dirige a sus inquietudes, articula y agita sus temas de comprensión. Las masas lo siguen o lo enfrentan, lo acompañan o lo abandonan, pero siempre es con ellas su diálogo.

Es buena cosa no olvidar en plan de juzgar a un opositor, que ese antagonismo ha significado un recíproco control del cual ha derivado sin duda un estímulo para la tarea, un acicate para un esfuerzo eficaz. Es. Es un error mirar al adversario político como a un enemigo; el adversario debería ser siempre un colaborador preocupado en la solución de los mismos problemas desde ángulos disímiles y lo que parecían híspidas posturas, viene a resultar acaso una solidaridad de fines buscando la mejor solución. No debemos renunciar a nuestros adversarios, son defensas sociales contra nuestra inercia, son acicates para excitar nuestro pensamiento.

Se torna peligroso entrar en un mundo uniforme, sin tendencias opuestas, sin ideologías diferenciales, sin diálogo interesado en la defensa de algo que se impugna. Nadie tiene el monopolio de la verdad y este axioma debe bastar para apoyar sobre él un estado de espíritu humilde a fin de no lapidar actitudes ajenas por el hecho de discrepar con las nuestras.

Ahora, dicha actitud tolerante que reclamamos no debe contemplar gruesas anomalías que tienen que ver con la violación de la laicidad o con la permisividad de regímenes dictatoriales, no condenándolos o con la complacencia de expresiones absolutamente falsas ubicadas en lugares que deberían ser inmaculados o con interpretar la Constitución con sesgo partidario. Hay certezas que son incontrastables. No condenar la dictadura cubana por parte de senadores oficialistas, al cumplirse un año del fallecimiento del disidente cubano por huelga de hambre, por el "pecado" de defender sus ideas, no parece razonable. ¿Existe algún trasfondo espurio al no nombrar profesores eméritos a los doctores Brito y Martins? Trascendieron razones que por burdas no son dignas de asidero alguno. Sería buena cosa ir al fondo del asunto. Que cierto material de estudio de la escuela tenga en su tapa al ex presidente Vázquez y al Che Guevara, parece una irreverencia que no resiste análisis.

Que nada menos que en el frente de nuestra Universidad, exista un cartel que reza: "Niños y jóvenes desaparecidos en dictadura (1968 - 1985)" luce como una ofensa a la inteligencia ciudadana y una falta de respeto al sentir nacional.

Lo atinente a la ley de caducidad, donde se mandató por el Plenario Nacional del Frente Amplio a sus legisladores a quitar trascendencia al mandato popular (expresado por dos veces) y votar la ley interpretativa argumentándose que la ley de caducidad es inconstitucional. "Las decisiones del cuerpo electoral no pueden ser modificadas por ninguno de los tres poderes representativos, porque jurídicamente están por debajo de aquél" Lo escribió el Dr. Korzeniak en su libro "La Constitución explicada y un poco de humor". Leyó bien, Korzeniak. Con buen tino el articulista Faig de este diario, escribió que los políticos se descansan en el crecimiento económico, menospreciando la calidad democrática que debe exhibir un país.

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