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Disparos sin razón

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ANÍBUAL DURÁN
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Parto de una muy buena prosa que escribió Facundo Ponce de León en Búsqueda y que después abundó en este matutino, Álvaro Ahunchain, interesante literatura también.

El cerno de la cosa refiere a una charla TED que brindó la filósofa norteamericana Julia Galef, intitulada: ¿Por qué piensas que tienes razón, aunque estés equivocado?

Y allí la experta divide la cuestión entre exploradores y guerreros como forma de actitud ante la vida. Es que somos lamentablemente, guerreros, demasiadas veces.

Se puede tener mentalidad guerrera sin haber disparado nunca un arma o similar: se es guerrero en cualquier orden de la vida: periodismo, dirigiendo una cátedra universitaria, como cónyuge, manejando un taxi, etc. ¿Qué caracteriza al guerrero? Precisamente que la acción está sobre la comprensión; el guerrero ve amenazas donde no las hay, no convive con afabilidad con el otro, no lo respeta y los ejemplos podrían sucederse. Y esa actitud beligerante lo pone en una postura dominante que no escucha ni le interesa escuchar la opinión del adversario (aunque muchas veces lo transforma en enemigo). Cree tener la razón aunque se le demuestre lo contrario.

¿Acaso las redes sociales no están llenas de guerreros? Y ojo que entono el mea culpa y debo hacer un profundo acto de contrición. En las redes como suelo decir “se saca la bestia a pasear”, se denuesta, se blasfema, se intenta ridiculizar al destinatario, lo que en definitiva habla más de quien emite tanta sandez que de quien la recibe.

El explorador es cauto: no se trata de ganar o perder, sino buscar ser objetivos. El explorador es empático, se pone en los zapatos del otro. No cree tener la razón, sabe escuchar, comprende, transa, concilia, sin desmedro de marcar postura, obviamente.

Cuándo íbamos al fútbol: ¿no sacábamos “la bestia” a pasear un ratito? También aquí entono el mea culpa. Alentando a mi querido Rampla Juniors, los jueces, rivales y hasta algún jugador de mi cuadro que no corría, eran destinatarios de mis diatribas, vociferando palabras irreproducibles que cuando la calma comienza a invadirme, costaba entender cómo se puede decir tanta barbaridad. Es que a la cancha iba el guerrero, que por momentos, convivía con el explorador.

Días pasados el periodista Aldo Silva, años en la comunicación con un estilo serio y profesional, le endilgó al Presidente de la República porqué él no difundía los 70 muertos que en dicho día habían fallecido. Lo manifestó en un tono desafiante y que además daba lugar a distintas interpretaciones. Como me gusta ir a la fuente, le mandé un mensaje a Silva respecto a qué había querido manifestar (en lo personal había entendido que le adjudicaba las muertes al Presidente). Drásticamente me dijo que no fue esa su intención y no corresponde abundar en conversaciones personales. El presidente Lacalle Pou vaya que se ha puesto en primera fila para dar noticias no gratas; jamás ha escurrido el bulto y hay decenas de ejemplos.

Al margen de los dichos del periodista, que no comparto, lo que no dudo un ápice es de la buena fe del citado comunicador. Sin embargo, aparecieron los guerreros en las redes. No se detuvieron a pensar un instante en interpretar lo que verbalizó Silva. Le cayeron en la yugular, exhortaron a no escuchar más radio Sarandí y el noticiero de canal 12, lo trataron de mala persona y los epítetos iban “in crescendo”. Sacan a relucir vilezas, frustraciones, dramas personales que canalizan a través de la nueva moda: las redes. La guerra estaba desatada. No había lugar para la exploración, para la cautela, para la pausa, para intentar ponerse en el lugar del otro.

El ejemplo de Argentina nos debería llevar a pensar. Esa dirigencia política que no logra conciliar un atisbo de postura común en algún punto y son rehenes los pobres argentinos, hastiados de tanta mentira, desidia, corrupción en sumo grado, patoterismo sindical que atenta contra las empresas, dejando un horizonte que luce demasiado brumoso.

Recalemos en la buena convivencia; dediquémonos a explorar… La buena convivencia reclama un denominador común de fundamentos espirituales, un idéntico punto de apoyo en la órbita de la sensibilidad, pero sobre todo exige una decisión marcada para lograr un trato sin fricciones, una buena voluntad decidida y firme para evitar el choque a veces involuntario y espontáneo de los reflejos anímicos.

Y para convivir hay que tolerarse. Tolerar es una manera de convivir independientemente de las ideas que se agiten en el escenario de la convivencia. Lo que subyace en la tolerancia es el reconocimiento de que hay suficiente lugar en el mundo para la coexistencia de alternativas.

Contemos hasta 10 y antes de guerrear, exploremos. Nos acariciamos el alma.

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