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Trump, Clinton y la región

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A juzgar por lo que dijeron Donald Trump y Hillary Clinton sobre política exterior en sus respectivos discursos de aceptación de sus candidaturas, llevarían a cabo políticas muy diferentes hacia América Latina.

A juzgar por lo que dijeron Donald Trump y Hillary Clinton sobre política exterior en sus respectivos discursos de aceptación de sus candidaturas, llevarían a cabo políticas muy diferentes hacia América Latina.

Primero, en materia de derechos humanos y democracia, Trump se apartaría radicalmente de la política bipartidista estadounidense de las últimas cuatro décadas de colocar el respeto a los derechos humanos y la democracia entre las condiciones clave para las buenas relaciones de Washington con los países de la región. Trump no insistiría en el respeto a los derechos humanos.

“El americanismo, no el globalismo, será nuestro credo”, dijo Trump en su discurso de aceptación de su candidatura en la Convención Nacional Republicana el 21 de julio.

Trump, quien se ha expresado varias veces en términos positivos sobre el caudillo ruso Vladimir Putin, dijo que no exigiría que Turquía y otros aliados autoritarios de Estados Unidos respeten los derechos humanos.

“No creo que tengamos el derecho de sermonear” a otros países, le declaró a The New York Times el 20 de junio. Al preguntársele específicamente si eso significaba que considera más importante que un país sea un aliado a que sea una democracia y respete las libertades básicas, Trump respondió: “Necesitamos aliados”.

Clinton, por otra parte, dijo que mantendría la tradición bipartidista que han apoyado -con diferentes grados de entusiasmo- presidentes demócratas y republicanos desde mediados de los años 1970, de exigir a los aliados y rivales de Estados Unidos que respeten las libertades fundamentales.

El aislacionismo de Trump haría regresar la política exterior norteamericana a los días de la Guerra Fría, cuando Washington apoyaba a regímenes represivos de derecha, como el de Anastasio Somoza en Nicaragua, bajo la premisa de que eran aliados. El presidente Franklin D. Roosevelt habría dicho en 1939 que “Puede que Somoza sea un hijo de p..., pero es nuestro hijo de p...”.

El apoyo norteamericano a los dictadores de derecha históricamente le ha costado caro a Washington: generó una ola de antiamericanismo en la región que dio lugar -o le dio una narrativa- a las guerrillas izquierdistas, a la revolución cubana y, más recientemente, a regímenes radicales populistas como el de Venezuela.

Segundo, en materia de inmigración, Trump repitió en su discurso la promesa de construir un muro en toda la frontera con México, y de deportar a millones de inmigrantes indocumentados, de quienes dijo: “andan por ahí amenazando a ciudadanos pacíficos”.

Trump no mencionó en su discurso el hecho de que la gran mayoría de esos 11 millones de inmigrantes indocumentados son gente trabajadora, que según varios estudios cometen menos delitos que los estadounidenses de nacimiento. En su convención hablaron tres padres cuyos hijos fueron asesinados por inmigrantes indocumentados, pero ninguno que defendiera a los indocumentados.

Clinton, por otra parte, dijo en su discurso de aceptación el 28 de julio que “no vamos a construir un muro”, y que “vamos a construir un camino hacia la ciudadanía para millones de inmigrantes que ya están contribuyendo a nuestra economía”.

Tercero, en materia de comercio, Trump parece más dispuesto a renegociar o aniquilar el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, firmado entre Canadá, Estados Unidos y México, y el recientemente firmado -pero aún no implementado- Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).

Clinton, quien apoyó estos acuerdos comerciales en el pasado pero ahora se opone al TPP, se hizo eco de la dudosa narrativa de que estos acuerdos perjudican a los trabajadores estadounidenses. Según los encuestadores, criticar los acuerdos de libre comercio es imperativo para ganar estados clave como Ohio y Pennsylvania.

Mi opinión: Las políticas de Trump sobre inmigración y comercio perjudicarían a América Latina, y serían un desastre para Estados Unidos. Pero lo más preocupante es que el abandono de Trump de la tradición bipartidista de defender los derechos humanos y la democracia, daría luz verde a futuros dictadores.

Ya hemos visto esta película, con dictadores como Somoza, y casi siempre termina mal. Porque las alianzas con dictadores “amigos” reducen la credibilidad e influencia de Estados Unidos en el mundo, y generan una reacción contraria. Ojalá Trump recapacite, porque la mezcla de ignorancia y demagogia de su discurso harían regresar a Estados Unidos a la era oscura en que Washington apoyaba a dictadores.

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Andrés Oppenheimer

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