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La plaga de la corrupción

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Cuando el Premio Nobel Mario Vargas Llosa me dijo en una entrevista pública frente a 300 editores de periódicos días atrás, que “la corrupción es la mayor amenaza a la democracia en América Latina”, mi primera reacción fue pensar que era una exageración. Pero, pensándolo bien, puede que tenga razón.

Cuando el Premio Nobel Mario Vargas Llosa me dijo en una entrevista pública frente a 300 editores de periódicos días atrás, que “la corrupción es la mayor amenaza a la democracia en América Latina”, mi primera reacción fue pensar que era una exageración. Pero, pensándolo bien, puede que tenga razón.

Al principio, cuando Vargas Llosa hizo ese comentario en la entrevista pública que le hice durante la reunión anual de la Sociedad Interamericana de Prensa en Charleston, Carolina del Sur, pensé que otros problemas -como la excesiva dependencia latinoamericana de las exportaciones de materias primas, la violencia del narcotráfico, y los bajos estándares de educación e innovación- son problemas tan graves para la región como lo es la corrupción.

Pero Vargas Llosa, citando el caso de Brasil, dio un argumento por demás convincente: al menos a corto plazo, puede que la corrupción sea el principal problema de la región.

“Es muy interesante el caso de Brasil, porque Brasil era un país que parecía haber despegado, parecía una potencia en movimiento. De pronto, ¿qué es lo que frena eso y comienza a hacer retroceder a Brasil? Es la corrupción, que alcanza niveles de apogeo en un gobierno que el mundo creía que era un gobierno absolutamente ejemplar, el de Lula”, dijo Vargas Llosa.

Brasil no se derrumbó por factores externos, ni por un desastre natural. Su economía se derrumbó tras el escándalo político por los pagos ilegales de la compañía petrolera nacional Petrobras a líderes del partido gobernante. El escándalo de US$ 800 millones ( su monto ahora es muchísimo más), que tuvo lugar cuando la actual presidenta Dilma Rousseff era miembro de la junta directiva de Petrobras, provocó protestas masivas en todo el país.

“Hoy, los inversores se van, no quieren poner un centavo en Brasil”, dijo Vargas Llosa. “¡Y es por la corrupción!”

De hecho, las nuevas proyecciones económicas dadas a conocer esta semana por el Fondo Monetario Internacional muestran que Brasil tendrá un crecimiento negativo del 3 por ciento este año.

Vargas Llosa no mencionó otros países, pero lo mismo podría decirse de México. Hace apenas un año y medio, México era visto como una de las economías emergentes más prometedoras del mundo. La reforma energética del país para abrir su industria petrolera a la inversión extranjera, además de las audaces reformas educativas y fiscales, parecían estar llevando al país hacia tasas de crecimiento anuales de más del 5 por ciento y había generado una optimista y contagiosa expectativa.

Sin embargo, de repente, una serie de escándalos de corrupción y violaciones de derechos humanos sacudieron el país, creando un clima de pesimismo generalizado.

La desaparición de 43 activistas estudiantiles en la ciudad de Iguala en septiembre del 2014, la insólita fuga del líder cartel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán de una prisión de máxima seguridad y la compra de una mansión de US$ 7 millones por parte de la primera dama Angélica Rivera llevaron a un estado de desencanto político que frenó las inversiones. El FMI estima que México crecerá sólo un 2,3 por ciento este año.

Algo similar está ocurriendo en Chile, que en años recientes crecía a tasas anuales del 5 por ciento. Un escándalo de corrupción que involucra al hijo de la presidenta Michelle Bachelet -junto con las reformas educativas y fiscales que fueron fuertemente resistidas por la comunidad empresarial- desacaloraron la economía a un crecimiento del 2,3 por ciento este año.

Y, por supuesto, están los casos de Venezuela y Argentina, los campeones de la corrupción en Latinoamérica, donde una combinación de desastrosas políticas gubernamentales y el robo descarado por parte de funcionarios gubernamentales, ha consistió en algunos de los peores resultados económicos de América Latina. El FMI prevé que Venezuela tendrá un crecimiento negativo del 10 por ciento este año, uno de los peores del mundo, y que Argentina crecerá apenas un 0.4 por ciento.

Mi opinión: A largo plazo, el mayor desafío de América Latina es ser más competitiva en la economía mundial y, entre otras cosas, diversificar sus exportaciones y mejorar sus pobres estándares de educación e innovación. Pero a corto plazo, Vargas Llosa tiene razón: la corrupción es la mayor amenaza para la región. Genera desconfianza y pavor entre los inversionistas, que buscan su tranquilidad en otros mercados.

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Andrés Oppenheimer

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