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La llave del progreso

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Andrés Oppenheimer
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Quienes creen que la mayoría de los países en desarrollo no tienen remedio —o que, como dijo el presidente Donald Trump, algunos son "países de m..."— deberían echarle un vistazo al nuevo ranking del Banco Mundial de las naciones más prometedoras del mundo: la mayoría de ellas eran un desastre hasta hace relativamente poco tiempo. El último índice de capital humano del Banco Mundial (BM) mide a 157 países según el conocimiento, las habilidades y la salud que pueden esperar tener sus niños.

El razonamiento subyacente es que —en una economía mundial basada cada vez más en el trabajo mental y menos en el trabajo manual— la salud y la educación de los jóvenes son las claves del progreso. Y a medida que los robots y la inteligencia artificial van reemplazando cada vez más trabajos rutinarios, habrá cada vez más necesidad de trabajadores con habilidades especiales.

El país número 1 en el ranking es Singapur, seguido de Corea del Sur, Japón, Hong Kong, Finlandia e Irlanda. Luego figuran Suecia (8), Alemania (11), el Reino Unido (15), Israel (23), Estados Unidos (24), Rusia (34), Chile (35) y China (46). La mayoría de los países latinoamericanos están en el nivel medio. Costa Rica ocupa el puesto 57, seguida por la Argentina (63), México (64), Ecuador (66), Uruguay (68), Colombia (70), Perú (72) y Brasil (81).

Pero lo que es realmente interesante sobre este y otros rankings similares es ver la rapidez con que algunos países que eran pobres, corruptos y caóticos se han convertido en estrellas económicas mundiales. Singapur era una colonia británica tan desastrosa que Gran Bretaña de hecho la abandonó, en 1963, y Malasia se hizo cargo de ella. Pero muy pronto incluso los malayos se fueron y Singapur se declaró independiente, en 1965.

En ese momento, el ingreso per cápita de Singapur era similar al de México. Hoy, el ingreso per cápita de Singapur es más alto que el de Estados Unidos y cuatro veces más alto que el de México. El secreto de Singapur fue que, en parte porque no tenía recursos naturales, decidió invertir en la educación de su gente.

Cuando visité Singapur hace unos años, una de las cosas que más me impactaron fueron sus billetes de dos dólares: en lugar de tener la imagen de sus próceres, tienen la imagen de una universidad y un profesor con sus estudiantes. De-bajo de esa imagen se puede leer en mayúsculas la palabra "educación".

En algunos de estos países, solo los estudiantes que se gradúan entre el 10% con las mejores calificaciones de su clase pueden aspirar a ser maestros, y disfrutan de un estatus social relativamente alto.

En la región la situación es distinta, y me preocupa que algunos de estos países puedan incluso retroceder como se ha visto.

En México, el presidente electo, Andrés López Obrador, ha prometido anular una reciente reforma educativa que incluía la evaluación de maestros. En la Argentina, los sindicatos de docentes están exigiendo salarios más altos sin aceptar las evaluaciones o bonos por asistencia a clases.

La buena noticia es que ningún país está genéticamente condenado a la pobreza. Como lo demuestra el nuevo ranking del BM, no hay "países de m...". Las naciones que mejoran su calidad educativa, co-mo Singapur, pueden pasar muy rápido de ser países fracasados a modelos de prosperidad económica.

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