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Diplomacia de innovación

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Un nuevo ranking mundial demuestra que Europa y los Estados Unidos siguen siendo los líderes mundiales en innovación, y sugiere que los países latinoamericanos tendrán que utilizar la “diplomacia de innovación” para prosperar en la nueva economía mundial.

Un nuevo ranking mundial demuestra que Europa y los Estados Unidos siguen siendo los líderes mundiales en innovación, y sugiere que los países latinoamericanos tendrán que utilizar la “diplomacia de innovación” para prosperar en la nueva economía mundial.

Antes de entrar en lo que significa la “diplomacia de innovación”, veamos los resultados del Índice de Innovación Global de 128 países publicado por la Universidad de Cornell, la escuela de negocios Insead y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de las Naciones Unidas.

El ranking, que toma en cuenta la facilidad de hacer negocios, las publicaciones científicas y el número de patentes internacionales registradas por cada país, dice que Suiza es la economía número uno del mundo en materia de innovación, seguida por Suecia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Finlandia. No muy atrás están Alemania (10), Corea del Sur (11), Japón (16), Israel (21), Noruega (22) y China (25), que por primera vez figura en los primeros 25 puestos.

La mayoría de los países de América latina, con las posibles excepciones de Chile (44) y Costa Rica (45), están muy atrás. México ocupa el puesto 61, y lo siguen Uruguay (62), Colombia (63), Brasil (69), Perú (71), República Dominicana (76), Argentina (81), Guatemala (97), Ecuador (100), Nicaragua (116) y Venezuela (120).

El ranking confirma que sigue existiendo una enorme brecha entre los países desarrollados y en desarrollo en materia de innovación, en un momento en que los países que inventan nuevos productos -como Singapur, Corea del Sur e Israel- crecen cada vez más; la contracara son aquellos países ricos en petróleo u otras materias primas que cada vez son más pobres.

No es casualidad que los países que encabezan el nuevo Índice de Innovación Global son los que tienen las universidades, laboratorios y empresas más globalizados del mundo. Pero lo más interesante del estudio es su afirmación de que la innovación es un fenómeno cada vez más colaborativo y globalizado. Muchos países en desarrollo están rezagados porque se aferran a políticas “tecnonacionalistas” que impiden su colaboración y aprendizaje con otras naciones, señala.

Durante una reciente visita a la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña, me sorprendió que la mayoría de los expertos que entrevisté no eran británicos, sino de otros países. Lo mismo ocurre cuando se visita los laboratorios de investigación de cualquier universidad importante de Estados Unidos: parecen un microcosmos de las Naciones Unidas, con gente de todo el mundo.

Por el contrario, en América latina muy pocas universidades tienen programas de titulación conjuntos con universidades de Estados Unidos, de Gran Bretaña o de otros países europeos, consideradas en todos los rankings como las mejores del mundo. Ni siquiera requieren que sus egresados dominen el inglés, el actual idioma de la economía de la innovación.

La mayoría de los países de América latina, en uno de los síntomas más absurdos del “tecno-nacionalismo”, prohíbe que universidades extranjeras abran sucursales en sus territorios. En comparación, una de las cosas que me sorprende más cada vez que visito China es que se pueden ver allí algunas de las universidades más grandes y prestigiosas de Estados Unidos y Europa.

El estudio del Índice de Innovación Global recomienda que América latina adopte la “diplomacia de innovación”, que consiste en dedicar diplomáticos y fondos a la promoción de acuerdos colaborativos con universidades y empresas extranjeras. Cita el caso de Gran Bretaña, uno de los países más internacionalizados en ciencias e innovación del mundo. Alrededor del 46% de las publicaciones científicas de Gran Bretaña tienen un coautor extranjero, dice.

El ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña tiene 90 “agregados de innovación” en embajadas y consulados de 28 países y 47 ciudades de todo el mundo, afirma el estudio.

Mi opinión: la innovación, el nuevo motor de la economía mundial, se ha convertido en una actividad cada vez más globalizada. No es casualidad que los países que encabezan este índice de innovación global sean los que tienen las universidades, laboratorios y empresas más globalizados del mundo.

Los países latinoamericanos deberían reasignar a muchos diplomáticos que hoy languidecen en instituciones internacionales de poca trascendencia, y convertirlos en “agregados de innovación” en los principales centros tecnológicos mundiales, con la misión de establecer asociaciones educativas y tecnológicas.

Es hora de dejar atrás el tecno-nacionalismo y abrazar la globalización de la innovación.

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Andrés Oppenheimer

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