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La democracia mexicana en juego

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ANDRÉS OPPENHEIMER
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Las elecciones intermedias del 6 de junio en México han atraído muy poco interés internacional. Pero serán un voto muy importante porque podrían determinar el futuro de la democracia en un país clave de las Américas.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, un nacionalista de la vieja guardia, no está en la boleta. Pero si logra mantener o aumentar su mayoría absoluta en el Congreso, sus continuos ataques contra el sistema de justicia, las autoridades electorales independientes y los medios probablemente convertirán a México en un estado cada vez más autoritario.

A pesar de las leyes que le prohíben interferir en las campañas locales, López Obrador ha utilizado sus conferencias de prensa matutinas diarias para desacreditar a candidatos de la oposición.

En abril, el partido de López Obrador, Morena, interfirió descaradamente en el sistema de justicia al extender unilateralmente el mandato de un miembro clave de la Corte Suprema que es un aliado cercano del presidente.

Asimismo, López Obrador ha intensificado sus ataques verbales contra el Instituto Nacional Electoral (INE), la agencia oficial independiente que monitorea las elecciones mexicanas. El INE jugó un papel fundamental en la transición de México a una democracia plena en 2000, tras siete décadas de gobiernos autoritarios del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Lopez Obrador ahora está tratando de desacreditar al INE, preparando el terreno para denunciar un presunto fraude si pierde su mayoría en el Congreso. López Obrador tiene un largo historial de denuncias de fraude tras perder las elecciones presidenciales de 2006 y 2012.

Cuando le pregunté al historiador mexicano Enrique Krauze qué pasará si el partido de López Obrador gana una mayoría absoluta de dos tercios en el Congreso, me respondió que podría desatar aún más los instintos autoritarios del presidente.

“Me preocupa el futuro de la democracia y de la libertades en México, porque ha sido un presidente marcadamente intolerante con la crítica, y con una tendencia muy perturbadora a concentrar el poder en su persona”, dijo.

El balance del gobierno de López Obrador es pobre. Su batalla contra el COVID-19 ha sido desastrosa, en parte porque minimizó el virus durante gran parte del año pasado.

En cuanto a la economía, López Obrador había prometido tasas de crecimiento del 4% anual, pero el crecimiento cayó a cero incluso antes de la pandemia.

Sin embargo, sorprendentemente, López Obrador conserva una alta tasa de popularidad. Sus afirmaciones diarias, contra toda evidencia, de que México está haciendo las cosas bien, y sus subsidios sociales a millones de mexicanos todavía le están funcionando. Las últimas encuestas muestran que es probable que el partido de López Obrador mantenga su mayoría en el congreso. La gran pregunta es si alcanzará la mayoría absoluta de dos tercios del Congreso que López Obrador necesitaría para cambiar la constitución y acaparar aún más poderes.

Si eso ocurre, México volverá a su “presidencia imperial” del siglo XX. Habrá muy pocos controles a los poderes presidenciales, habrá más fuga de capitales y México se volverá un país más pobre. Todo eso estará en juego en las elecciones del próximo 6 de junio.

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