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Necesaria concordia

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ANDRÉS OJEDA
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Esta pandemia que nos toca vivir ha sido terrible y sabemos que aún no ha llegado lo peor en cuanto a sus consecuencias.

Todos los economistas coinciden en que el impacto será importante, en que nos hará llegar a indicadores económicos propios de tiempos peores (empleo, déficit, entre otros).

Las adversidades hacen aflorar lo mejor y lo peor del ser humano y la clase política no escapa a esta lógica. Desde el 13 de marzo hasta ahora hemos sido testigos de muchas actitudes, algunas ciertamente repudiables, carentes de empatía, que no logran entender las prioridades y las urgencias de la hora.

Pero también vimos otras actitudes, las que vale la pena destacar, como la del intendente de Canelones Yamandú Orsi o la del exdirector de Rentas Pablo Ferreri. Estos últimos no tuvieron empacho en expresar su respaldo a las medidas del gobierno con relación a acciones de emergencia producto de la llegada de la pandemia del coronavirus.

Si bien esto le causó sorpresa a algunos y no falta quien diga que descree o que pretenda enmarcarlo en una estrategia utilitaria, la realidad es que eso poco importa, lo importante es la posición que se asume y la capacidad de mirar el bosque en lugar del árbol.

Entonces, ¿es necesario que llegue una pandemia terrible sin precedentes para que oficialismo y oposición muestren señales de concordia? El mensaje detrás de esta pregunta es lapidario y nos toca a todos quienes tenemos responsabilidades políticas, sin distinguir pelo o color partidario. No solo no debería ser necesaria tal adversidad, sino que la concordia debería ser lo habitual.

A su vez, las campañas electorales son el momento en que las diferencias entre los competidores se profundizan y el enfrentamiento recrudece, la competencia gana protagonismo y quizá algunos crean que dar señales de concordia es mostrarse débil, visto que no es lo que “el manual” dice que hay que hacer. Sin embargo, estoy convencido que cuidar los puentes y el diálogo es siempre una señal de fortaleza.

Entiéndase bien, he sido, soy y seré, furiosamente crítico con los 30 años de gestión del Frente Amplio en Montevideo y creo que el balance al cabo de este tiempo pide a gritos un cambio en la conducción del departamento. Una que nos saque definitivamente de la modorra y el continuismo. Pero eso no quita que podamos pensar en algunos puntos de acuerdo sobre propuestas que, gane quien gane, puedan ser llevadas adelante.

Me imagino a la Intendencia de Montevideo de los próximos cinco años jugando un rol clave en la reactivación económica pospandemia, en la mejora de la seguridad pública, en la profundización de la mejor convivencia, con los mejores y más modernos servicios, con una gestión ocupada en recuperar el Montevideo olvidado, de forma humana y sensible, pensando primero en los que llevan la peor parte, los que menos tienen.

Vale destacar que esta pandemia ha hecho aflorar nuestro lado más humano, empático y solidario, ha puesto en perspectiva nuestras prioridades, nos ha hecho poner una pausa en nuestras vidas siempre vertiginosos y hasta ha logrado que lo importante gane lugar por sobre lo urgente. Quizá podamos tomar este aprendizaje positivo de este momento que nos toca vivir y aplicarlo para los tiempos que se vienen, tiempos que van a requerir -seguramente- más concordia que nunca.

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