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Indiferentes a la muerte

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ANDRÉS OJEDA
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Amanecimos el domingo con la terrible noticia de que tres infantes de marina habían sido fríamente asesinados y nos fuimos a dormir conociendo la ocurrencia de otros homicidios ese mismo día; un árbitro de fútbol muerto para robarle, un padre que mató a sus dos hijos pequeños y luego se suicidó.

Ante semejantes tragedias, lo más importante pasa a ser la reacción social, cuanta conmoción nos genera, cuanto nos moviliza, cuanto nos indigna, cuanto nos humaniza y si nos genera a todos la ambición de que algo así no suceda nunca más.

Porque lo más terrible sería que pase desapercibido, constatar que se ha vuelto algo normal, de todos los días, como ocurre en otras partes de Latinoamérica, donde episodios como los del domingo ya son parte de la rutina.

Dentro de lo terrible de lo acaecido con el crimen de los marinos, visto lo atípico y grave de la situación, la ciudadanía y el gobierno reaccionaron fuerte y rápido, las autoridades se hicieron presentes enseguida, el Presidente dio un mensaje especial en la misma tarde del domingo.

A su vez, la Fiscalía y el Ministerio del Interior actuaron con celeridad y en menos de tres días de ocurridos los hechos, ya está formalizado el presunto responsable. También fue un acierto que los avances del caso se informaran a la ciudadanía con la presencia del Fiscal General y el Ministro del Interior, imagen que hace mucho tiempo no veíamos y que nos alegra mucho volver a ver.

La escalada de violencia social que vivimos hoy es terrible, los números de homicidios son aterradores, pero lo que más miedo debería darnos es el riesgo de que nos acostumbremos.

De que nos adaptemos, de que naturalicemos el hecho de que estos episodios ya forman parte de nuestra vida cotidiana y empecemos a convivir con ellos sin problemas.

Creo que esta dura batalla contra la naturalización y la indiferencia la estamos empezando a perder, a modo de ejemplo, al ver lo que pasa con nuestros muertos en el sistema carcelario. Los números allí son tremendos, la cantidad de fallecidos se acerca a los 40 solo en 2019. Es moneda corriente ver en las noticias nuevos casos de homicidio dentro de nuestras cárceles y ya es algo que no genera mayor clamor social, ni demasiada indignación. Esto no solo es triste desde lo humano, sino que es grave desde lo pragmático. Duele ver que algunas vidas humanas parecen importar menos y eso se suma a que cuanto peor esté la situación en nuestras cárceles, peor será nuestra situación en seguridad pública.

Es claro entonces que, más allá de lo que corresponde a las autoridades, es responsabilidad de todos nosotros hacer sentir nuestro dolor e indignación con cada homicidio que se produce en nuestro país, sea cual sea.

Esto no significa clamar por violencia o venganza, sino todo lo contrario, es mostrar nuestro lado más humano, es demostrar que no nos resignamos, que no nos da lo mismo y que jamás habremos de dejar de rebelarnos ante una vida arrebatada de esta manera.

Estoy cada vez más convencido de que a la violencia se le gana con mucha inteligencia, algo de músculo, pero -sobre todo- con nuestro lado más humano.

Que ninguna muerte nos sea indiferente…

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