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Terrible palabra

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Ana Ribeiro
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Es una de las primeras enfermedades humanas de las que se tiene registro, pues hay indicios de ella en huesos humanos del período Neolítico. Hipócrates (V a.C.) la identificó como la enfermedad más extendida y Areteo de Capadocia (I d.C.) describió sus síntomas como febrícula vespertina, sudoración, adelgazamiento extremo y expectoración.

Después de la epidemia que asoló Europa a lo largo del siglo XVII se la conoció como la peste blanca, pero también se la llamó el mal del rey, tisis, tuberculosis o —a partir de 1882, bacilo de Koch. Extrañamente, tuvo por entonces gran protagonismo literario como "le mal du siècle", una enfermedad que aislaba, cuya fiebre parecía inspirar a artistas y creadores y que hizo de la palidez un signo de belleza.

A inicios del siglo XX, cuando se extendía peligrosamente, nuestro país no tenía forma de enfrentarla. En el "Libro de Operaciones de la Clínica Quirúrgica", un manuscrito de 1901 realizado por el Dr. Navarro, junto a los diagnósticos de "tuberculosis pulmonar" se anotaba "sin tratamiento". En el "Manual de la Salud para 1858. Medicina y farmacia domésticas", de F. V. Raspail, muy popular en el Río de la Plata, se recomendaban "lociones repetidas sobre el pecho y entre las espaldillas, de vinagre alcanforado en veinte veces de agua".

Tan solo ante las tuberculosis osteoarticulares y ganglionares se intentaban intervenciones quirúrgicas. Cabe recordar que eran años de montoneras y de la última guerra civil, con hospitales de campaña en los que el célebre Dr. Lamas operaba ayudado por la "máscara de Juilliard" y un gotero de cloroformo. El Dr. Airale, de las fuerzas gubernamentales, llegó a realizar amputaciones de miembros con serrucho de carnicero sobre el mostrador de un almacén, sin anestesia ni esterilización.

Con esos horrores se mezclaba la tuberculosis, que en suelo oriental estuvo lejos del romanticismo europeo. Excepto, quizás, la que pareció insuflar de coraje al delgadísimo Leandro Gómez. Dicen las crónicas que su dolorosa tos de tísico se escuchaba repicar mientras revistaba las líneas, en la Defensa de Paysandú.

Esa realidad cambiaría a partir de 1921, cuando se descubrió la vacuna BCG y sobre todo desde 1944, cuando Schatz y Waksman descubrieron un tratamiento antibiótico para el mal.

El objetivo de la Organización Mundial de la Salud para el siglo XXI es la erradicación de la tuberculosis, precisamente porque existe tratamiento y una vacuna preventiva y porque ambos son baratos. Pero han aparecido dos cepas resistentes que han puesto inesperadamente la enfermedad sobre el tapete mundial.

Cuando en 2016 se dio a conocer la "Situación de la tuberculosis en Uruguay", con datos provenientes de la Comisión Honoraria de Lucha Antituberculosa, se supo que había 883 casos registrados y que ya no integrábamos el grupo de países de la región con baja incidencia de la enfermedad.

Hace dos días se conocieron los datos del censo efectuado entre los vecinos del complejo los Palomares, previo a la demolición de casas. Nueve personas padecían tuberculosis y más de 20 dudosos, lo que para el Ministerio del Interior representa "un gran foco infeccioso". Si bien desde organismos de contralor de Salud atenuaron los datos, la alarma está servida.

"Tuberculosis" es una palabra que describe perforaciones pulmonares y sociales. Qué duda cabe.

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