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El mundo de los sapiens

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Ana Ribeiro
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Estamos en una era geológica llamada Antropoceno, ya que los homo sapiens que somos, se han convertido en la fuerza biológica que más evoluciona y más impacta. En el suelo, el aire, los recursos y en el destino de las demás especies.

Llegar a tal situación de dominio fue posible por algunas virtudes que no siempre parecen ser tales. La primera de ellas es la capacidad para formar grupos y mantenerlos cohesionados y en crecimien-to demográfico. ¿Cómo? Creando ficciones (en tanto construidas más por ideas y símbolos que por cosas contingentes) que se convierten en realidades; ficciones que llaman a la colaboración colectiva, en nombre de una nación superior y predestinada a nacer, o de dioses que todo lo han creado y todo lo saben.

Los sapiens son capaces de eliminar a otros grupos de su misma especie y de criar, modificar genéticamente o aniquilar a otras especies. Como animal, pues, es de temer, pese a lo cual (o quizás por eso mismo) no para de crecer y de mantener en auge esas "realidades ficticias" universales que lo cohesionan. Una de las más exitosas es el dinero, esos papeles o trozos de metal convertidos en representación de riqueza y valor de cambio. Vaya invento. Vaya animal creativo.

Estos son algunos de los argumentos que —con deleite— se pueden leer en la obra del joven historiador de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yuval Noah Harari, autor de "Sapiens, de animales a dioses" (2011) y de "Homo Deus" (2015).

La cultura occidental, atravesada por la idea de progreso (de fatal optimismo a propósito de un destino siempre mejor y de la linealidad absoluta de la historia), siempre tuvo una corriente antagónica, que predecía tempestades y gritaba decadencias a los cuatro vientos: Nietzsche, Schopenhauer y tantos otros filósofos del entristecimiento, del vaticinado final.

La obra más emparentada con la de Harari y más cercana en el tiempo es la de su mentor, el biólogo estadounidense Jared Diamond, quien obtuvo el premio Pulitzer en 1997 por "Armas, gérmenes y acero", que se presentaba como una breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años.

Era un libro en el que se historiaba sin inventariar batallas ni emperadores, sino la secuencia de las domesticacio-nes de los grandes mamífe- ros, de las plantas reproduci-das para el consumo, del impacto de la escritura, la maquinaria de metal y las formas abstractas de organizar las sociedades. Fue un libro diferente y provocador.

El de Harari es fiel a esos recursos de su maestro y se ha ganado la admiración de notables como el expresidente Obama y no notables, como muchos uruguayos de a pie y de libro que no paran de recomendarlo.

Me sumé a ese grupo cuando abrí el libro buscando respuesta a las dos preguntas que —me dijeron— el autor se formula a lo largo de sus dos obras mayores: la primera: ¿somos los sapiens más felices ahora que cuando éramos cazadores-recolectores?; la segunda: ¿hacia dónde va la humanidad? Lo hice cuando las dos preguntas me asaltaron, en medio de la realidad montevideana. Estaba cruzando frente al Antel Arena, que crece velozmente y promete tecnología 5G para los sapiens ávidos de futuro, justo cuando un caballo cansino cruzaba el semáforo. Arrastraba un carro que era conducido por un sapiens recolector.

Los libros a veces explican, a veces consuelan, a veces duelen. Harari logra las tres cosas.

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