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El grito

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Ana Ribeiro
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La palabra sonó tan fuerte, pronunciada en medio de la negra humareda de las cubiertas quemadas, que no pude sacármela de la cabeza. Pedían protección, protestaban por la muerte de trabajadores, repetían "nos están matando" y exigían respuesta al jefe de policía salteño que dudaba en reprimirlos o escucharlos. Fue entonces que gritaron "¡saquen a los pichis de las calles!"

"Pichis" proviene del mapuche y nomina un yuyo de propiedades diuréticas. En Uruguay aparece alrededor de los 70, marcando una diferencia con "bichicomes" y con "lumpen". La usaron las fuerzas policiales y militares de forma despectiva, para referirse a las personas ajenas a ambas instituciones. Todo cilvil lo era, en esa jerga interna de grupos empoderados.

De ese significado inicial fue derivando hasta ser en el presente, una voz cargada de desprecio que usan los uruguayos que se sitúan en la "normalidad", para nominar a un grupo humano caracterizado tanto por sus carencias como por su peligrosidad. Sin duda hay diferencias entre una persona que duerme en las calles cubierto por cartones y esos jóvenes que corren como gamos con la cartera hurtada y/o aprietan con seguridad el gatillo del arma colocada en la cabeza de su víctima. Sin embargo, la palabra "pichis", renuente a los matices diferenciales, nomina hoy tanto a unos como a otros.

¿Cómo fue que socializamos esa palabra? Bajtin hablaba de la "matriz de significados posibles" para designar ese cambio constante producido en el habla cotidiana, incluyendo las "modas" que imponen casi obligatoriamente el uso de determinados términos. Las palabras, se sabe, son espejos sociales en movimiento.

Al escuchar las protestas suscitadas en Salto, no pude menos que pensar la alteridad que refleja la palabra "pichi" en el Uruguay de hoy. En "La época batllista", Benjamín Nahum definía a las capas medias como un grupo que aspira a ingresar en la clase alta y teme descender a la baja; que —por lo tanto— no desea el enfrentamiento sino la negociación. Cercanas a la franja social de los trabajadores pero buscando siempre el ascenso que les permitía la educación gratuita y de calidad en sus tres niveles, las clases medias fueron el colchón amortiguador que atenuaba los choques sociales.

Se derramaron por todo el espectro partidario, engrosando listas y clubes barriales de esos partidos catch-all, policlasistas y tendientes al centro, que no es otro que el lu-gar de las negociaciones entre las alas izquierdas y derechas con que todos los partidos contaban. Fueron un claro factor de transformación en el Uruguay del siglo XX y la característica social más marcada del país.

"Pichi" habla de lo contrario: de una condición inamovible, de un modo confrontativo y no negociador, de un desconocimiento de los límites y normas, tanto en el uso de los espacios públicos como en las propiedades de las cosas o en el valor de la vida misma. Si todos usan un vocabulario antes privativo de un grupo, es porque el factor miedo colectivo se ha desatado. Unos les temen porque tienen mucho que perder; otros porque no hace mucho que tienen un poco más que antes y todos porque temen morir.

"Pichi" es el grito de queja del amortiguador social roto, vociferado con desprecio y miedo. El miedo es la triste novedad.

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