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En sus zapatos

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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Cuando la actitud del prójimo me resulta incomprensible, trato de ponerme en sus zapatos. Imaginar que por un momento yo fuera él y así, reflexionando con su lógica y en su propio contexto, tratar de entender por qué piensa, actúa o habla de ese modo.

Intento aplicar esto mismo ahora, mientras sigo la interpelación a los ministros Salinas y Arbeleche. ¿Qué pudo haber movido al senador interpelante a insistir con esta iniciativa, en momentos en que los números de la pandemia consolidan una baja sostenida? ¿Para qué un inteligente legislador opositor da a la ministra de Economía la oportunidad de que le diga en la cara "ustedes están más enamorados del gasto que de los resultados"?

Una frase que cae en el momento en que la opinión pública asiste, entre atónita y avergonzada, a auditorías de pasadas aventuras del FA que confirman esa imputación.

¿Son palos de ciego o realmente creen redituable cuestionar a dos ministros bien evaluados por la ciudadanía? ¿Hay una estrategia detrás de promover una interpelación que desemboca en un efecto contrario al deseado?

Poniéndome en sus zapatos, me pregunto cómo obraría yo si hoy fuera un opositor. Hasta qué punto utilizaría el alto número de víctimas de la pandemia como un argumento de discusión, sin aquilatar el riesgo de ser percibido como aprovechando una tragedia que ha golpeado al mundo entero. Cómo reaccionaría ante la evidencia de que mi adversario concita adhesión por su forma de liderar la crisis. No solo la que surge de las encuestas, sino más importante aún, la más reciente que ha demostrado que los ciudadanos prefieren la reactivación al confinamiento.

Si yo fuera dirigente político opositor y tuviera el desafío de cambiar esa percepción, ¿usaría la descalificación y la atribución de malas intenciones? ¿O por el contrario, me mostraría a la altura de la grave circunstancia, como forma de hacer evidente que yo también estaría capacitado para enfrentarla?

Con su talante enojado y esa actitud permanente de cuestionar cada paso que da el gobierno, el Frente Amplio da una muestra demasiado evidente de que privilegia su posicionamiento electoral por encima de la emergencia que vive el país. Pero curiosamente no comprende que esa misma actitud afecta dicho posicionamiento, porque lo único que hace es alimentar el fanatismo de los ya convencidos, pero incrementa en forma proporcional la aversión de quienes no se sienten comprometidos con ningún partido político. Incluso impulsa con más fuerza la estampida que ya se dio en los comicios de 2019, de un buen número de frentistas históricos que volcaron su voto a distintos partidos de la coalición. ¿Cuál debería ser el objetivo del FA si quiere volver al gobierno en 2025? ¿Radicalizar aún más su fundamentalismo, acentuando aquella estampida, o dar señales de coherencia y centrismo, como los que en otros tiempos le habían dado resultado? ¿Son conscientes de que un discurso que sataniza al oficialismo los rebaja a un papel meramente testimonial, alejándolos de demostrar auténtica capacidad de gobierno? ¿O es eso lo que buscan en el fondo, siguiendo la perimida y patética teoría de “acentuar las contradicciones” para atizar eventuales “revueltas populares”?

La realidad sanitaria y económica del país ya es lo suficientemente demandante. Merece que el debate político se eleve un poco más del barro trolero de Twitter.

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