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Viaje al interior del cerebro

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La masacre de París motivó la condena mundial. Pero en Occidente, y dentro de él en nuestro país, siempre hay opiniones discordantes.

La masacre de París motivó la condena mundial. Pero en Occidente, y dentro de él en nuestro país, siempre hay opiniones discordantes.

En un sitio web colombiano alguien tituló un artículo “Yo no soy Charlie” y justificó su paso al costado en que la revista francesa contenía “mensajes racistas”. El autor se escandalizaba de algunas tapas de Charlie Hebdo, como la de Mahoma siendo decapitado por un verdugo de ISIS o la del egipcio que intenta interceptar las balas que recibe con un ejemplar del Corán, sin éxito. El articulista pone un ejemplo del tipo de “si yo dibujara a los humoristas de Charlie Hebdo tratando de cubrirse de las balas con la revista, también se ofenderían”. A veces se leen cosas que nos hacen pensar que el mundo está peor de lo que parece…

Para esa visión pieletrista, un dibujo en que un ejemplar del Corán es incapaz de proteger de las balas, es una burla a la muerte de un ser humano. No entienden que desde Aristófanes, pasando por Molière y Chaplin hasta llegar a Monty Python y tantos otros, el objetivo de hacer humor no es burlarse de nadie, sino comunicar en forma contundente mensajes que pueden llegar a ser muy trágicos. Lo que he podido ver de las sátiras de Charlie Hebdo, si algo tiene en común, no es el racismo (¡qué manera estúpida de interpretarlo!) sino la denuncia a través del humor de los malsanos fundamentalismos religiosos, tanto musulmanes como cristianos y judíos. Nadie en su sano juicio puede interpretar como una burla a Mahoma el dibujo en que el profeta llora por los tarados que cometen crímenes en su nombre. Y por favor, no usemos el pobre argumento de que el Islam no autoriza las representaciones de su profeta. Esa ley no obliga a quien no lo profesa.

Hace unas semanas tuve una experiencia bastante sobrecogedora a raíz de un artículo que escribí en esta misma columna. Opinando sobre los crímenes de ISIS, califiqué a sus militantes como “una banda de asesinos”. No faltaron los opinantes de foros que me acusaron de simplista, dando a entender que esos señores que decapitan frente a una cámara a periodistas y asistentes sociales, tienen sus razones para hacerlo.

¿Qué hace posible que personas nacidas y criadas en democracias occidentales manifiesten esta extraña fascinación por el terror y el oscurantismo? Creo que hay un componente de prejuicio multiculturalista. Con ese relativismo que todo lo domina en estos tiempos, no faltan quienes reivindican el derecho a cometer actos contrarios a los derechos humanos, “porque está en la cultura” de sus ejecutores. Como si en nombre del multiculturalismo fuera respetable la pena de muerte, la tortura o la mutilación genital femenina.

También hay un componente de complejo de culpa por pertenecer a Occidente. La democracia republicana ha tenido tan mala prensa, que no ha habido proyecto totalitario que no haya captado adherentes de este lado de la vereda. Ayer fue el fascismo, el nazismo y el estalinismo, hoy son estos fundamentalistas religiosos.

Algunos creen posar de inteligentes al tejer teorías conspirativas del imperialismo y el capital internacional, que podrían ser argumento suficiente para disculpar a los terroristas. Lo seguro es que si un día ellos mismos enfrentan la hoja del cuchillo o la ametralladadora de ISIS y Al Qaeda, no serán perdonados por su corrección política.

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Álvaro Ahunchain

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