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Prueba superada

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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El miércoles pasado definí a las elecciones internas del domingo como una “prueba de fuego” del estado del alma de los uruguayos. Tenía mis razones.

La más reciente encuesta del Latinbarómetro situaba en un inquietante 39% el índice de compatriotas que descreían de la institucionalidad democrática. Por otro lado, la cantidad de votantes en las primarias venía bajando sistemáticamente desde 1999 hasta 2014, con un guarismo del 37% en las de hace cinco años. Y para que el cóctel fuera lo suficientemente explosivo, en la presente campaña se incorporaron prácticas de propaganda sucia, en paralelo a promesas demagógicas casi payasescas. El temor que compartíamos entre muchos colegas vinculados a la comunicación política era que el deterioro educativo y cultural que padece el país (la verdadera causa de la degradación de su convivencia) se constituyera en un pasto fértil a tales iniquidades.

El resultado de la votación demostró que ese miedo era infundado. No solo aumentó en algún punto la convocatoria a las urnas, sino que además hubo apoyos masivos a los candidatos y sectores respetuosos del fair play democrático. Es bueno que el experto venezolano Juan José Rendón, que se precia de haber llevado al triunfo a la mayoría de los candidatos latinoamericanos que ha marquetineado, tome nota de su fracaso en Uruguay. Sus recetas, en lugar de favorecer a su cliente, generaron una repulsa ciudadana que terminó beneficiando justamente a quien más había pretendido dañar. Y no hay duda de que la performance de Larrañaga y Sanguinetti, por debajo de lo que prefiguraban las encuestas, solo se debió a que muchos de sus adherentes terminaron definiendo la supuesta polarización nacionalista, en apoyo a Lacalle, el candidato más impunemente fustigado por la campaña sucia.

Lo que Rendón debe aprender es que una de las peculiaridades de la idiosincrasia uruguaya es un componente de rebelión ante la arbitrariedad y la injusticia que impregna toda la historia política, social y cultural de la República. Es posible que ese talante rebelde se haya originado en la formación ciudadana que impulsó tempranamente José Pedro Varela y se haya instalado en el ADN nacional con la inmigración europea de principios del siglo XX que, en distintas oleadas, atrajo a nuestras costas a tantos anarcos cargados de idealismo. Un país que en 1980 le dio una sonora bofetada a la dictadura con aquel histórico No al plebiscito que procuraba perpetuarla, a pesar de que la propaganda del Sí se divulgaba por todos los medios, mientras la del No se reducía a algún volante clandestino, alguna pintada callejera y un único debate televisado.

Ahora quedan otras interpretaciones por hacer. Si bien podemos decir que las alternativas centristas de cada partido fueron las ganadoras, lo que fortalece las expectativas de un diálogo menos áspero y más constructivo, no es menos cierto que tuvieron un éxito inesperado los representantes de ambos extremos del espectro ideológico: la espectacular votación de Óscar Andrade, candidato del Partido Comunista, y la no menos asombrosa de Guido Manini Ríos, como líder de un partido claramente derechista que ni siquiera tenía competencia interna.

Sobre Manini, importa valorar el efecto que genera la reactivación de un polo de derecha en el resto del espectro político. Porque la diferencia de su discurso con los de Lacalle y Talvi será tan evidente, que su fortalecimiento conllevará a empujar más hacia el centro el posicionamiento ideológico de los partidos fundacionales. Es posible que esto los acerque al frenteamplista desencantado.

Paralelamente, la previsible victoria de Daniel Martínez en el FA no tuvo el margen amplio que se esperaba. Y es notorio que los votos sumados de Cosse (apoyada por el MPP, que fue otra vez la lista mayoritaria) y Andrade (PC, un partido otrora de baja cosecha electoral), superan a los del ganador. Si en los últimos gobiernos, tantas veces el astorismo tuvo que poner marcha atrás a propuestas pragmáticas por la presión de sectores radicales que eran minoritarios (pero con peso en la Mesa Política), imaginemos desde ahora lo difícil que resultará para Martínez hacer lo contrario, cuando esos grupos, sumados, lo superan en las urnas. Una gran interrogante para octubre será develar adónde irán los votos seregnistas y astoristas en este estado de cosas. Si se sentirán cómodos en un mapa interno tan diferente o se animarán a eso tan difícil para el credo frenteamplista: cruzar la línea.

La menguada votación del FA es un dato que no hay que sobrevalorar, del mismo modo que tampoco hay que menospreciar a los partidos Independiente y de la Gente por su bajo desempeño electoral. Con la elección obligatoria, será un barajar y dar de nuevo que podrá sorprendernos con cambios impredecibles.

Lo más importante es que el resultado demostró que, al menos en Uruguay y al menos por ahora, las elecciones no se ganan ni con mentiras ni con plata. Es una comprobación que deberíamos festejar mucho más que si hubiéramos embocado ese penal en la Copa América.

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