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Ni una piedra

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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"No quedó ni una piedra, todo desapareció", declaró con dolor a Radio Uruguay el director de la Comisión de Patrimonio del MEC, arq. William Rey, en referencia a la demolición del Hotel San Rafael.

Fue el final trágico de un largo proceso, que se inició en el descuido de anteriores gestiones departamentales, dejando venir abajo ese emblema cultural de Punta del Este no solo por su interés arquitectónico sino especialmente por su valor intangible: una rica historia patrimonial, que contenía obras de arte de valor y el recuerdo de haber acogido los festivales de cine que, a mediados del siglo pasado, atrajeron a grandes celebridades.

Más o menos como ocurrió en Montevideo con el Cilindro, el estado de deterioro en que se dejó caer al San Rafael fue tal, que en su momento se defendió la idea de que era mejor tirarlo abajo y construir desde cero. De ahí vino la promesa de hacer una réplica, incluso mejorando sus "errores de diseño" como se dijo por entonces. A los más intransigentes en defensa de la cultura, esa supuesta solución nos pareció un disparate, semejante a pretender sustituir un castillo medieval por una imitación de Disneylandia. Pero ahora, ni siquiera de esa pobre excusa parece haber señales. Y es que los valores culturales solo se entienden en este país si se pueden rentabilizar, y tal prejuicio transversaliza niveles socioeconómicos y adhesiones político-partidarias.

En la semana que terminó, hubo otra polémica demostrativa de esa penosa negación. Con buen criterio, la vicepresidenta Beatriz Argimón encargó los primeros dos retratos de mujeres que integran el acervo del Palacio Legislativo. Un pintor de fama mundial, Osvaldo Leite, tomó a su cargo la ejecución de los retratos de Adela Reta y Juana de Ibarbourou, como antes había realizado los de otros uruguayos ilustres como Héctor Gutiérrez Ruiz, Seregni y Wilson Ferreira. Leite ha sido contratado en varios países para cumplir dicho rol.

Por causa de la pandemia, se quedó en Uruguay y eso nos permitió contar con el privilegio de que hiciera estas obras. Cada retrato le demanda un año entero de trabajo, que realiza con maestría técnica y finísima sensibilidad. Pues bien: los mismos que defendieron la compra del Museo Gurvich por tres millones de dólares cuando ellos gobernaban, ahora la emprenden contra la vicepresidenta por la decisión de invertir menos de 20 mil en estas obras. Pero no fue todo: en el caldo pestilente de Twitter hubo también enojos de ciudadanos oficialistas, por la misma causa.

Es lo que provoca en mucha gente la inversión en cultura: siguen sin percibirla como una prioridad del Estado. Prejuzgan al arte como un ornamento, un motivo frívolo de relacionamiento social, y no como lo que es: un componente identitario principal, de influencia directa en la calidad de la convivencia.

El diputado Ope Pasquet lo ha explicado mejor que yo: "no creo que por las dificultades del momento deba cesar la actividad cultural del Estado. ¿Qué habría que hacer, según los críticos? ¿Cerrar los museos y el Sodre? ¿Dejar de celebrar el Día del Patrimonio? Todos los que ahora polemizamos por estos retratos habremos desaparecido, y los que vengan después podrán seguir admirando a Adela y a Juana en las obras de Leite. Así se construyó el acervo cultural del que gozamos hoy".

Aunque haya quienes, invocando falsas oposiciones mercantilistas, prefieran que de ese rico acervo no quede, como en el caso del San Rafael, ni una piedra.

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