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Libertarios y cambio cultural

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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Fue un acontecimiento inusual. El pasado 6 de mayo, la Fundación para la Educación Económica promovió una charla virtual del economista argentino Javier Milei y la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez, que concitó la impactante cifra de diez mil espectadores.

Por tal motivo, los organizadores la bautizaron como "la clase de Economía más grande de la Historia".

Como todo lo de estos populares y transgresores representantes del liberalismo libertario, la charla se caracterizó por su gran capacidad para bajar a tierra conceptos complejos. Puede verse en Youtube bajo el título "4 lecciones económicas que batieron records - FEE en español". Recomiendo su visionado: a algunos les entusiasmará mucho y a otros les irritará soberanamente...

Conocí a Gloria Álvarez cuando vino al Uruguay y enojó a más de uno con su prédica libertaria. Recuerdo que un prominente politólogo yorugua, en lugar de oponer sus argumentos, optó por el camino más cómodo de declarar que ella estaba más para una pasarela que para opinar de política y economía. Una curiosa descalificación ad hominem, que se valía de un arrebato machista y discriminatorio para superar la perplejidad de enfrentarse a alguien que tenía las ideas tan claras y las expresaba con tamaña elocuencia.

A Milei lo he visto en varios programas de televisión argentinos. Me genera una mezcla rara de simpatía y aversión, porque es muy bueno para defender sus ideas radicales, pero al mismo tiempo maneja ese código tan porteño de insultar soezmente al que piensa distinto.

Es lo que tienen algunos liberales libertarios: como su discurso cierra bien por todos lados, reciben tantos palos de la academia y el sistema político, que reaccionan con una violencia proporcional: Álvarez utiliza el latiguillo de "socialistas corruptos" a cada rato, y Milei, fiel a su porteñez, suele terminar sus alegatos televisivos con algún "zurdos de mierda".

En esta lección de economía eligen un habla más cuidada, pero no renuncian al ardor con que defienden la más irrestricta libertad de mercado, como principal sustento de la justicia y el progreso.

Milei se la agarra todo lo que puede contra las ideas de John Maynard Keynes y demuestra por el absurdo la inconveniencia de su afamada teoría de estimular el desarrollo a través de la inversión pública. Para él, Keynes dice que "la obra pública genera empleo, pero eso es falso. Lo único que genera son impuestos". Si el contribuyente no tuviera que pagarlos, aquello a lo que libremente destinaría su propio dinero (inversión productiva, ahorro o simple consumo), generaría empleos verdaderos y genuinos.

Y si no apelan a los impuestos, recuerda las otras dos formas tradicionales que tienen los gobiernos para malgastar en estos new deals: imprimir billetes (generando inflación) o endeudarse (haciendo pagar a las generaciones futuras).

Ambos conferencistas coinciden en que algunos lugares comunes de la izquierda no tienen sustento racional. Quienes acusan a la libertad de mercado como un medio de explotación, al decir del marxismo, le erran de palo a palo: "en el capitalismo, se alcanza el éxito cuando se ofrecen bienes de mejor calidad a mejor precio", dice Milei.

Y Álvarez agrega, más tarde: "si incentivas algo, obtienes más de ese algo. Y si desincentivas algo, obtienes menos de ese algo". Dicho en otras palabras: si los gobiernos castigan al emprendedor, lo echan y el país se derrumba. Porque "nadie gasta el dinero de los demás, con el mismo cuidado que gasta el suyo propio". Y vaya si de este lado del Plata tenemos experiencia en materia de gobernantes generosos con plata ajena...

También aparece por ahí un rotundo desmentido a los pronósticos de Carlos Marx: "decía que el trabajador, agobiado por la explotación, se volvería cada vez más ignorante. Pero no fue así: la división del trabajo se ha multiplicado y el acceso al conocimiento de un trabajador actual es infinitamente mayor", señala Álvarez.

Y Milei remata comparando los muy superiores niveles de pobreza que existen en los países "reprimidos" en comparación con los "libres".

Hay por allí una cita de Antonella Marty, escritora libertaria de Argentina, que me pareció muy interesante. Porque todos los días escucho en nuestro país a políticos, comunicadores y académicos repetir la tontería de que la riqueza del mundo es una suma cero y que unos pocos se hacen ricos a expensas de muchos pobres. Marty ha dicho con claridad que "decir que alguien es rico porque otro es pobre, es como decir que alguien está enfermo porque otro está sano".

En lo personal, desconfío del excesivo radicalismo de estas teorías económicas y aún defiendo una socialdemocracia que postule "tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario". Pero igual debo reconocer que la prédica exitosa de estos libertarios es muy positiva para sociedades como las nuestras, que han padecido gobiernos populistas dilapidadores de recursos públicos, siempre en nombre de un ideal de justicia social terriblemente trucho.

Tal vez ayuden a concientizar a una nueva generación que, por fin, le cierre las venas a América Latina.

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