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Que empiece el show

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A la hora de descalificar las iniciativas opositoras, nuestros gobernantes deberían renovar un poco su arsenal retórico. En ejercicio de su mayoría parlamentaria, el partido de gobierno viene sepultando los intentos de formar comisiones investigadoras parlamentarias en forma sistemática, con la excusa de que serían apenas un circo político.

A la hora de descalificar las iniciativas opositoras, nuestros gobernantes deberían renovar un poco su arsenal retórico. En ejercicio de su mayoría parlamentaria, el partido de gobierno viene sepultando los intentos de formar comisiones investigadoras parlamentarias en forma sistemática, con la excusa de que serían apenas un circo político.

“Show mediático” es una de las expresiones preferidas por los frenteamplistas de este y anteriores gobiernos, para impedir la transparencia de su gestión. Acaba de emplearla el diputado oficialista Alfredo Asti como justificación para rechazar una comisión investigadora parlamentaria del Fondes, solicitada por el representante nacionalista Rodrigo Goñi. El jueves pasado en 810 Vivo de El Espectador, los periodistas Florencia Pereira y Juan Sader le insistieron a lo largo de 15 minutos de entrevista, sobre las razones de una nueva negativa a integrar una comisión investigadora de un tema que crea dudas incluso entre los integrantes del nuevo gobierno. Recordaron que en los casos de Pluna y Asse, una posición similar terminó en juicios y procesamientos, que el control parlamentario hubiera podido adelantar. El diputado argumentó que la propuesta de Goñi carecía de suficiente contenido y mencionó su aversión al “show mediático”, no una ni dos, sino ocho veces a lo largo de la entrevista.

El año pasado, el actual presidente Vázquez empleó la misma expresión para rechazar la posibilidad de un debate con los candidatos de la oposición. Y en los últimos meses, tanto Daniel Martínez como Lucía Topolansky echaron mano al mismo expediente retórico con idéntico fin.

El tema no es menor, porque muestra a un partido dominante en actitud de ningunear a los otros, asignándoles el rol de actores y actrices de un espectáculo frívolo (o “payasos”, según un exabrupto reciente), todo lo cual se contrapone con el respeto y tolerancia que debería regir en una democracia republicana que se precie de tal. Y no se trata del insulto soez que se cuela en una pintada callejera o en el posteo anónimo de una red social: acá son los dirigentes políticos triunfadores, en una permanente actitud de botijeo que ya a nadie sorprende, porque parece haberse convertido en la forma natural de tratar a la oposición.

Quienes ingresamos a la vida ciudadana militando contra oscuros personajes que decían frases como “a los vencedores no se les imponen condiciones”, no podemos menos que mirar esta realidad actual con amargura, no tanto por la descortesía oficialista en sí misma, sino más que nada por el pasivo acostumbramiento que ha generado en la sociedad.

Con este tipo de mensajes, al mismo tiempo que el gobierno alimenta el sectarismo irracional de quienes ven a la oposición como la rosca, la oligarquía y los pitucos, indigna a quienes rechazamos esa caricatura y la manipulación ideológica que conlleva. Porque no dudo que son más los gobernantes que, con mayor o menor discreción, se espantan del manejo desprolijo del FONDES y su generosidad concedida a dedo con plata ajena. Pero en ese eterno juego de equilibrios internos, en lugar de abrir las tranqueras de la información para que todo se sepa y no se repitan experiencias equivocadas, prefieren barrer debajo de la alfombra y seguir abonando la idea de que la oposición es irresponsable y solo busca figurar.

Deberían tener más cuidado: el invento puede matar al inventor. Cada vez se hace más difícil agitar el fantasma del “modelo neoliberal de los 90” y al mismo tiempo privatizar empresas públicas fundidas, exonerar de impuestos a los grandes inversores y negociar tratados comerciales que corregirán nuestras inequidades dolorosamente.

Apostar a la desinformación y a la tergiversación puede dar resultados electorales a corto plazo, pero al mismo tiempo deteriora la calidad democrática del país. El día que la mayoría de los ciudadanos se convenza de que los debates de ideas y las investigaciones de irregularidades son shows mediáticos, la ignorancia abrirá las puertas al peor autoritarismo y la más aberrante corrupción.

El día que mucha gente se crea el cuento de que conducir la economía en forma criteriosa y austera es subordinarse a un plan maquiavélico creado por villanos imperialistas, los milagreros de siempre vendrán a suplantar a los administradores responsables. Y tal vez será demasiado tarde.

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Álvaro Ahunchain

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