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Catch & destroy

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Álvaro Ahunchain
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Catch all" es el nombre fantasía con que el politólogo alemán Otto Kirchheimer categorizó a los partidos políticos multicomprensivos, aquellos que apelan a sumar votos prescindiendo de definiciones ideológicas.

Son colectividades "atrapalotodo", que no dudan en desperfilar sus ideas con tal de caer simpáticas a la mayor cantidad posible de electores.

Esta fue una de las críticas que formuló buena parte de la intelectualidad uruguaya del 45 a los partidos fundacionales. Y en parte no les faltaba razón, porque a lo largo del siglo pasado, el famoso "doble voto simultáneo" permitió que quienes pensaban distinto se presentaran en múltiples candidaturas, disputando una oferta ideológica que, al final del día, terminaba acumulando los votos.

La reforma que instituye las elecciones internas y la candidatura única por partido resuelve aquella falencia, pero al mismo tiempo permite que la coalición de izquierda, otrora duramente crítica de las "cooperativas de votos" blancas y coloradas, terminara posicionándose en ese mismo lugar.

Así y todo, la cosa funcionaría si el Frente Amplio respaldara sin ambigüedades la línea ideológica de su presidente de turno. Pero ya durante la conducción de Mujica se explicitó abiertamente que había una gestión económica en disputa entre el MEF y la OPP. Esa disonancia incluyó hasta escándalos públicos, como el intercambio de cartas y declaraciones acusatorias entre astoristas y mujiquistas sobre las debacles de Pluna y Ancap.

A la altura del tercer gobierno frenteamplista, los uruguayos vemos cómo un largamente negociado TLC con Chile es pulverizado por un órgano partidario como el Plenario, cuya integración sectorial no representa en nada la correlación de fuerzas surgida de la elección.

Y ahí es donde cabe preguntarse si la estrategia "catch all" del FA es comparable a la de los partidos fundacionales del siglo XX. Si nos atenemos a los gobiernos colorados y el blanco posteriores al 85, no recuerdo ninguna contradicción interna que llevara a la parálisis e incapacidad de concretar políticas. Y eso es lo que pasa con este FA. Ya no pone en disputa solo la economía: también la inserción internacional, que hoy se traduce en un nuevo portazo en la cara del trabajo uruguayo.

Mientras esto ocurre, hay analistas que siguen teorizando sobre las discrepancias internas del partido de gobierno. Según el semanario Búsqueda, el periodista Sergio Israel publicará un libro sobre Tabaré Vázquez, en el que entre otras cosas, se devela que el actual presidente ha dicho que Mujica le dejó un país peor que el que le había heredado Batlle en 2004. También habla de un énfasis católico y masón de este gobierno, que ha hecho a Vázquez distanciarse ideológicamente de su hermano Jorge.

Todo muy lindo, pero me temo que la comunicación de esas contradicciones no hará más que seguir persuadiendo a los electores de que hay un FA para cada paladar y que en él todos tendrán cabida: liberales, socialistas, comunistas, foquistas, católicos, masones, antitabaquistas y porreros. Sería importante entonces que la oposición pusiera de manifiesto que ese crisol variopinto no se traduce en una gestión tolerante y omnicomprensiva, sino en una batalla sin cuartel por imponer medidas contradictorias y designar cargos, cuyas únicas víctimas son los uruguayos de a pie que reciben una paupérrima educación, pierden el laburo y caen abatidos por una delincuencia fuera de control.

Atrapan todo, sí, pero para destruir.

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