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Caballo de Troya

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Álvaro Ahunchain
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Por curioso que parezca, una modesta declaración política de hace unos días puede gravitar decisivamente en el futuro inmediato del Partido Colorado y, tal vez, en el del país.

El precandidato Fernando Amado ha dicho que "si ganan Amorín o Talvi, todos sabemos lo que va a pasar. ¿Alguien tiene alguna duda? Va a ser un apoyo incondicional al Partido Nacional". Aseguró que, de ganar él, dará "un giro ideológico" que marcará "un quiebre con lo que ha sido el Partido Colorado en las últimas décadas", según transcribe el periodista Pablo Fernández en El País del sábado pasado.

Esta colectividad histórica no está en un buen momento. Inexplicablemente, la renuncia prematura de Bordaberry no dio paso a una rápida competencia interna que definiera liderazgos y permitiera trabajar para posicionarlos de cara al 2019. Dos o tres nombres que se avizoran en el horizonte hablan de definirse después del Mundial, como si el escaso año y medio que quedará desde ese momento hasta las elecciones, bastara para promover al nuevo conductor de un partido que ha menguado tanto su caudal electoral.

El único que ha demostrado ganas y determinación de lanzarse al ruedo ha sido, justamente, Fernando Amado.

Si no recuerdo mal, se inició en un grupo político que lideraba Washington Abdala, denominado "los sanguinettistas". Luego se integra a la corriente de Pedro Bordaberry con tal entusiasmo, que no puedo olvidar una pegatina que cubrió toda la avenida 18 de Julio donde ambos, Pedro y Fernando, se miraban cara a cara sonriendo, en un primerísimo primer plano. Pasó poco tiempo y volvió a cambiar, al punto que aprovechó la renuncia de Bordaberry para postularse como el renovador. El spot de lanzamiento de su grupo "Batllistas Orejanos" no ahorraba en críticas y parodias hacia Sanguinetti, Batlle y Bordaberry, pero nada, absolutamente nada decía sobre los errores del FA en el ejercicio del gobierno desde 2005 (solo un par de flashes contra Sendic). En dos oportunidades, lo escuché por radio y televisión referirse a blancos y colorados como "rosaditos", una expresión despectiva —y si se me permite, homófoba— que usa algún barrabrava frenteamplista para menoscabar la coincidencia ideológica de los partidos fundacionales.

Hay otros episodios de publicitadas reuniones con líderes del FA y de otorgamiento de votos clave al gobierno, que pasaré por alto porque son por todos conocidos.

Ahora postula la "equidistancia entre los bloques", pero explicitando solo que no apoyará a los blancos. Dice que aspira a atraer a los frenteamplistas desencantados, pero al mismo tiempo le garantiza al FA que no aportará su voto para sacarlo del poder.

Lo cierto es que con un Partido Colorado que ni siquiera define sus candidaturas principales, porque el Mundial de fútbol parece ser más importante, esta declaración de Amado es una indudable guiñada de complicidad a ciertos militantes frenteamplistas regimentados, que pueden intervenir en su interna para distorsionar los resultados. Es una carambola a dos bandas. Porque incidir en la definición del candidato de un partido tan menguado es relativamente fácil. Y con eso se aseguran un inesperado actor "neutral" (o en el mejor de los casos, socio) de cara al balotaje.

Por lo tanto, creo que se equivocan quienes analizan los movimientos políticos de Amado como producto de la ingenuidad o inexperiencia. Los precandidatos Talvi y Amorín deberían tenerlo en cuenta.

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