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Baches, pero de ignorancia

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La noticia de que los dos candidatos mayoritarios a la Intendencia por el Frente Amplio se desharían de servicios culturales tradicionales de la comuna, no parece haber despeinado la calma chicha de esta nueva campaña electoral.

La noticia de que los dos candidatos mayoritarios a la Intendencia por el Frente Amplio se desharían de servicios culturales tradicionales de la comuna, no parece haber despeinado la calma chicha de esta nueva campaña electoral.

“El País” lo informó en su edición del 10 de febrero. Las declaraciones del director de Cultura de la IM, Héctor Guido, y la directora artística de la Comedia Nacional, Margarita Musto, fueron cautelosas: “Lo pusieron como ejemplo, no hay ningún planteo” dijo Guido; “me llegó la noticia de que en charlas entre Ana Olivera, Daniel Martínez y Lucía Topolansky, los candidatos manifestaron la intención de pasar la Comedia Nacional de la Intendencia de Montevideo a la órbita del MEC, (pero por ahora) son solamente rumores”, admitió Musto. El candidato Daniel Martínez salió de inmediato a desmentirlo, pero “fuentes cercanas” a él reconocieron ante el sitio web de Espectador que “respecto a la Filarmónica Municipal, se buscará una coordinación con la orquesta del SODRE, para que se forme un solo cuerpo con distintos elencos, de forma tal que puedan realizar conciertos simultáneos en distintos puntos del país”. Más tarde, Martínez negó su intención de separar a la Filarmónica de la IM, lo que contradice la anterior afirmación, porque mal se podría formar un solo cuerpo bajo dos gobiernos y presupuestos distintos.

Para Topolansky, la Comedia Nacional es uno de los ejemplos de la necesidad de “ordenar cuestiones administrativas de la comuna”, según declaró a Canal 10. Le preocupa que se llame Nacional siendo municipal, lo que para ella es “una contradicción que hay que resolver” (una deducción digna de Sherlock Holmes), y tras reconocer que se trata del “único cuerpo estable de teatro que tenemos”, dijo que “uno se pregunta cómo desarrollar ese servicio”.

Alguien del amplio y generoso ambiente artístico de nuestra ciudad debería responderle a la señora Topolansky que ese servicio se viene desarrollando de manera inmejorable desde su fundación en 1947. Incluso durante la dictadura, cuando la Comedia, aun siendo municipal, padecía la censura del régimen (la prohibición del estreno de “Isabel, tres carabelas y un charlatán” de Darío Fo, que dirigía Elena Zuasti) y lo combatía con coraje, a través de puestas en escena inolvidables como “El proceso” de Kafka, dirigida por Héctor Manuel Vidal, y “La planta” de Langsner, por Carlos Aguilera, entre tantas otras.

Resulta insólito que se ponga en tela de juicio uno de los pocos aportes municipales que representan un orgullo para la ciudad, de un éxito permanente a través de seis décadas, reconocido tanto adentro como afuera de fronteras.

En plan de evaluar qué servicios deberían quitarse de la comuna, si nos atenemos estrictamente a resultados de gestión, sería preferible que pasaran la Dirección de Movilidad Urbana y su inútil Corredor Garzón, a la órbita del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Pero que no se metan con la Comedia, la Filarmónica y la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD).

¿Vamos a pasar la Filarmónica a un SODRE con los músicos de su Sinfónica en frecuente conflicto, por sus magros salarios e inestabilidad contractual? ¿Vamos a transferir a una institución modélica como la EMAD al ámbito universitario (así lo dice y repite Topolansky), con la disminución presupuestal que obviamente esto traerá aparejado?

¿Quién dijo que a un gobierno municipal no le competen los temas culturales? ¿Qué tecnócrata entiende que la difusión cultural es menos importante que la recolección de residuos, el bacheo y la colocación de bombitas? ¿La idea es acaso cortarle rubros a las obras de Shakespeare y las sinfonías de Mozart, pero seguir subsidiando a ciertas murgas compañeras?

La escasez de voces alzadas desde la cultura contra este atropello, da cuenta de ese frenteamplismo inercial que sigue defendiendo lo indefendible y justificando lo injustificable, en beneficio de un dogma que, veinticinco años después, debería empezar a cuestionarse con severidad.

Una honrosa excepción a esa regla fue la de la dramaturga y directora teatral Marianella Morena, que publicó el viernes 13 en Caras y Caretas una contundente columna titulada “Teatro público sí, elenco estable sí”. Si bien no alude a quienes motivaron este escándalo, Marianella defiende con vehemencia el mantenimiento de la cultura como un servicio a la ciudadanía.

Por su parte, el artista plástico Oscar Larroca dio cuenta en su perfil de Facebook de una declaración formulada por Topolansky en una entrevista de radio. Parece que la candidata propuso transferir la responsabilidad de la programación de los teatros municipales a los consejos vecinales. Cada día hay más profesionales de la cultura, incluso se ha consolidado una carrera universitaria que capacita a Licenciados en Gestión Cultural, pero la aparente favorita para ocupar el sillón municipal, según la última encuesta, estima que la programación de un teatro público debe ser propuesta por representantes políticos barriales. Son comentarios que trasuntan, en el mejor de los casos, desinformación, y en el peor, un explícito desdén sobre la especificidad profesional de la cultura y su importancia radical en la formación de ciudadanía y la inclusión social.

Algo huele a podrido en Dinamarca.

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Álvaro Ahunchain

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