Publicidad

Una revolución de Sentido

Compartir esta noticia
SEGUIR
ALEJANDRO LAFLUF
Introduzca el texto aquí

La izquierda ha tratado siempre de corregir la pobreza con ingreso. Y por eso postula permanentemente la necesidad de distribuirlo.

Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos no logra que las personas (que recibieron ese ingreso) no vuelvan a caer en la misma situación una vez que el ingreso se acaba.

¿Por qué el ingreso no logra corregir el estado de pobreza de un modo estable y permanente? Porque la salida definitiva de la pobreza no tiene que ver con el ingreso sino con las destrezas espirituales para conseguirlo. Si estas destrezas espirituales no se potencian a través de la Educación y no se encauzan debidamente a través de un Sentido, la táctica del ingreso no será suficiente y su éxito acabará cuando el ingreso acabe.

La pobreza es material pero también es un estado espiritual. Al asumir que tanto la pobreza como la riqueza son exclusivamente estados económicos, la izquierda pretende corregir la pobreza material con riqueza material (ingreso). Por supuesto, mientras el ingreso estatal se mantiene, la situación parece haberse corregido.

Pero apenas el ingreso mengua aparece nuevamente la pobreza. ¿Por qué? Porque se trata de una estrategia externa no interna. No apunta a la persona sino al ingreso de esa persona. En rigor, se trata de una estrategia que no está interesada en la persona. No entiende que solo una persona que cuenta con ciertas destrezas espirituales puede apropiarse de su entorno, encauzar su vida a través de un sentido, y procurarse el ingreso suficiente para salir definitivamente de ese estado.

La izquierda asume que la pobreza no es espiritual ni personal sino exclusivamente material y sistémica. Es el sistema el que causa la pobreza y por tanto corresponde a la política apropiarse de la riqueza para operar la redistribución y corregir la desigualdad económica. Cualquier propuesta que no pase por una estrategia de redistribución del ingreso es calificada por la izquierda como ingenua o perversa.

Las condiciones materiales se convierten así en una coartada que desconoce la dimensión existencial y por lo mismo impide que la política pueda asumir una responsabilidad de este tipo.

Lo material es importante, qué duda cabe. Si alguien no tiene para comer no tiene sentido hablar de otra cosa. Sin embargo, avanzar hacia una propuesta de sentido, no significa abandonar la lucha por la comida, sino asumir también la responsabilidad de la dimensión existencial.

Tenemos que revolucionar a la persona además de darle cosas. Lo material es el piso donde una persona se apoya. Pero esa persona sueña con algo más que el piso, porque además de raíces tiene alas, y por tanto sueña también con desplegarlas.

El Estado tiene que estar atento a la persona y a la diversidad de proyectos de vida. Avanzar hacia una estrategia de sentido no significa eliminar o sustituir el ingreso sino corregir las deficiencias de una estrategia basada exclusivamente en el ingreso.

Si no pensamos la igualdad de oportunidades en función de una concepción existencial de la libertad, si concebimos ambas, igualdad y libertad, como cuestiones exclusivamente económicas, entonces, lejos de corregir la desigualdad, la consolidamos, y lejos de potenciar la libertad, la coartamos.

El Sentido da respuesta a la cuestión existencial y por eso es tan poderoso. El Sentido no se identifica con el placer, ni con el consumo, el poder, la necesidad o el interés. El Sentido es propósito, es finalidad. El Sentido es la verdad de cada uno. Esa verdad no se inventa, se descubre. No se concede, se conquista. El Sentido tiende a su propia realización, procura la caña y consigue el pescado, y si encuentra la oportunidad es porque sabe dónde buscarla. Por eso es tan importante convertirlo en una política de Estado. ¿Cómo? Integrándolo al Sistema Educativo.

El Sistema Educativo tiene actualmente dos pilares: Conocimiento y Valores. Es necesario convertir al Sentido en el tercer pilar del Sistema. El Sentido potencia el conocimiento porque desde los griegos sabemos que no aprendemos cuando repetimos o memorizamos sino cuando nos emocionamos. Y no hay nada que emocione más a una persona que tener claro lo que quiere ser en la Vida.

Una Educación basada en el Sentido permite identificar y canalizar esas emociones. Si el conocimiento depende de la emoción entonces un Sistema educativo en condiciones de gestionar correctamente las emociones de sus alumnos es un Sistema útil, digno y poderoso. Tenemos que fortalecer el hardware de la Educación pero sobre todo tenemos que mejorar su software. El Sentido no compite con la Educación. El conocimiento es invaluable. El conocimiento abre un mundo de posibilidades al alumno. El Sentido no viene a restarle posibilidades al conocimiento sino a sumarle posibilidades al alumno.

Tenemos que volver a la esencia. Una persona no es algo, es alguien. No es un Ente, es un Ser. El Hombre es proyecto, es tarea. Y su principal tarea es la de ser. El Hombre -decía Heidegger- es el único capaz de hacerse la pregunta por el Ser y es el único capaz de contestarla. Y más vale que lo haga porque en ello le va su vida.

Cuando el hombre no se enfrenta a sí mismo, cuando evade esa pregunta, ingresa en un vacío existencial que lo llena de miedo -y lo conduce a distintos y peligrosos modos de fuga. La mejor forma de vencer ese miedo, de rebelarse, de llenar ese vacío existencial, de lidiar con las circunstancias vitales que nos tocan y de trascender incluso las condiciones socioeconómicas que nos limitan, es, precisamente, abrazando un Sentido.

No se trata del “Cielo en la Tierra” como pretendía el marxismo; tampoco “de cambiarle de Cielo al Hombre para que siga en la Tierra” como reprochaba Chesterton. De lo que se trata, esta vez, es de “crear las condiciones en la Tierra, para que cada hombre y cada mujer, puedan buscar y encontrar su propio Cielo”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumAlejandro Lafluf

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad