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El goulag latino

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ALBERTO BENEGAS LYNCH
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Es verdaderamente inaudito que el régimen sanguinario de la isla-cárcel cubana se haya perpetuado por más de sesenta años.

Un partido único, una prensa amordazada, una justicia amañada y sin el menor respeto a las libertades individuales en el contexto de encarcelamientos, matanzas y deportaciones a manos de la oligarquía castrista. Una vergüenza y todavía hay desfachatados que dicen que por lo menos hay buena educación y servicios adecuados de salud. Respecto a lo primero es suficiente señalar la contradicción en los términos de hablar de educación donde prima el adoctrinamiento y la censura, además de tener que escribir en lápiz para que la próxima camada pueda borrar y usar el mismo papel debido a la escasez de ese material. El alfabetismo no consiste solo en saber leer y escribir, radica antes que nada en la libertad de pensamiento y de acción. En cuanto a la salud, es suficiente consultar los múltiples escritos de la neurocirujana cubana Hilda Molina para percatarse de las pocilgas que son los hospitales y solo mantenido un reducto para los miembros de la banda gobernante y extranjeros amigos a los efectos de adornar la vidriera.

Lo primero es decir que el contragolpe contra Batista estaba plenamente justificado puesto que ese déspota había provocado un golpe a las instituciones libres de Cuba. Como también he consignado antes, esto va para todos aquellos que sostienen que todo contragolpe es injustificado aunque se lleve a cabo frente a dictaduras, electas o ajenas a los procesos electorales. Si esto fuera cierto habría que condenar, por ejemplo, todas las revoluciones independentistas del sigo XIX en América del Sur contra los atropellos de la corona española y, en el siglo anterior, la estadounidense contra los abusos de Jorge III y tantos otros casos de tiranías insoportables, incluso la lucha aliada contra Hitler.

Por supuesto lo que no se justifica es haber trocado al déspota por una tiranía horrorosa en base a promesas falsas y patrañas de diverso calibre. Recordemos que en la revista cubana Bohemia, el 26 de julio de 1957 se publicó “el Manifiesto de la Sierra” que consistía en las declaraciones de Fidel Castro que prometió restaurar la Constitución de 1940, convocar a elecciones libres, democráticas y multipartidarias en seis meses y total libertad de prensa. También el 13 de enero de 1959 en declaraciones a la prensa local e internacional manifestó Fidel Castro: “Sé que están preocupados de si somos comunistas. Quiero que quede bien claro, no somos comunistas”.

Como he escrito antes en mi artículo titulado “Mi primo, el Che” (en todas las familias se cuecen habas pero en este caso se trata de un criminal que ejecutó múltiples masacres), en Cuba, a pesar de las barrabasadas inauditas de Batista, debido a la inercia de otras épocas, era la nación de mayor ingreso per capita de Latinoamérica, eran sobresalientes en el mundo de las industrias del azúcar, refinerías de petróleo, cerveceras, plantas de minerales, destilerías de alcohol, licores de prestigio internacional; tenía televisores, radios y refrigeradores en relación a la población igual que en Estados Unidos; líneas férreas de gran confort y extensión; hospitales, universidades, teatros y periódicos de gran nivel; asociaciones científicas y culturales de renombre; fábricas de acero, alimentos, turbinas, porcelanas y textiles. Todo antes de que el Che fuera ministro de industria, período en el que el desmantelamiento fue escandaloso. La divisa cubana se cotizaba a la par del dólar, antes de que el Che fuera presidente de la banca central.

Es un insulto a la inteligencia la colosal hipocresía: la revista Forbes publica que Fidel Castro figura entre los hombres que han sido los más ricos del planeta. Bernard-Henri Lévy en su obra Barbarism with a Human Face concluye, con conocimiento de causa puesto que fue marxista en su juventud, que “Aplícase marxismo en cualquier país que se quiera y siempre se encontrará un gulag al final”. Por su parte, en El libro negro de comunismo. Crímenes, terror y represión, de Stéphane Courtois y sus colegas consignan los asesinatos de cien millones de personas desde 1917 a 1997 por los regímenes comunistas.

La obscena manipulación de la economía destruye salarios sin percatarse que la guillotina horizontal extermina incentivos básicos al tiempo que desarticula la cooperación social y la división del trabajo. Solo durante el año pasado se ha detenido a casi dos mil personas, la mayoría perteneciente a las Damas de Blanco en un sistema que no es capaz de producir nada eficientemente (¡ni azúcar!).

En este clima bochornoso y nauseabundo hay quienes alaban el régimen totalitario en el contexto de los balseros que cruzan el mar en busca de libertad, asumiendo los tremendos riesgos de los fusileros de la isla, los tiburones o el naufragio. Invito a los lectores que meditemos juntos con detenimiento lo que escribe Carlos Alberto Montaner, Armando Valladares y el testimonio de Huber Matos, entre muchos otros.

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