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En la vereda opuesta

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Se puso de moda decir “yo siempre en la vereda opuesta de…”. Qué tamaña tontería. Como si el mundo fuera una disputa permanente entre el bien y el mal, entonces el ver alguien malo de un lado me garantiza que lo correcto es estar del otro lado.

Solo un niño puede realmente creer esa versión tan simplista y maniquea del mundo.

Cualquier causa justa, incluso las más puras e incuestionables, tuvo algún miserable que las defendiera. No nos olvidemos que contra Hitler peleó Stalin, un genocida que poco tenía para envidiarle al líder nazi.

El dictador Maduro mostró simpatía y saludó el triunfo del “apruebo” en el plebiscito para reformar la constitución en Chile. Para algunos esto es prueba suficiente de que lo que se viene es malo para Chile. Una falacia evidente.

En el cierre de nuestra campaña electoral de 2019 el Presidente de Brasil Jair Bolsonaro expresó su preferencia por la victoria del actual Presidente Lacalle Pou. Para algún infantil, esto ya era prueba de que los dos eran básicamente lo mismo y que si te parecía mal Bolsonaro no había más alternativa que “estar en la vereda de enfrente” a Lacalle Pou.

A pesar de los que digan estos maniqueos, en el juego político muchísimas veces las alternativas son binarias. Los matices, y a veces las enormes diferencias, quedan ocultos tras las posiciones que el debate y las reglas del juego establecen. Cualquier actor político relevante quedó innumerables veces del mismo lado del mostrador que personas con las que tiene bastante poco en común.

La vida política de Wilson Ferreira lo dejó alineado varias veces con gente con la que no compartía casi nada. La amnistía general la pidió junto a los comunistas y la ley de caducidad la votó junto al pachequismo. Creo que nadie seriamente puede sostener que el wilsonismo fuera equiparable a cualquiera de esos dos grupos. No es que esto sea nuevo. La mejor defensa que muchas dictaduras, y en particular la dictadura uruguaya, pudieron hacer de sí mismas era señalar personas no precisamente demócratas en el bando opositor. Es evidente que algunos de los que enfrentaron la dictadura uruguaya (pero lo mismo puede decirse para la cubana o la venezolana) no creían realmente en la democracia liberal republicana, sino que estaban en contra de esa dictadura en particular. Sin embargo, ese hecho claramente no invalida el combate a esos regímenes totalitarios.

Acaso creen que Churchill estaba orgulloso de tener en “su bando” a Stalin pocos años después de que hubiera dejado morir millones de ucranianos. El británico solo aceptó la realidad con madurez, la prioridad era el combate al nazismo. Eso no hacía bueno a Stalin, ni tampoco la presencia de Stalin volvía equivocada la causa de los aliados. Creer que la presencia de algún personaje repudiable convierte a una causa en mala solo puede sostenerse desde una visión binaria y hasta totalitaria del mundo, en la que siempre hay malos y buenos. Sería más simple y cómodo para todos que así fuera, pero no lo es.

Una buena práctica para el debate público sería concentrarnos en discutir ideas y no en descalificar a las mismas según las personas que las sostienen o los motivos que las impulsan. Es un atajo muy tentador que todos hemos usado, pero en realidad solo revela pereza o debilidad del argumento.

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