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Vargas Llosa en Uruguay

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agustín iturralde
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Uruguay: ¿una excepción en la región?”, bajó esa pregunta disertó en la tardecita del miércoles el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

Para Uruguay todo es un gusto recibir la visita y el interés de un intelectual de primera línea mundial, quizás el más importante de habla hispana vivo. El Centro de Estudios para el Desarrollo tuvo el honor de ser el anfitrión de esta actividad que fue seguida por miles de personas.

La visión del escritor peruano sobre el rumbo del Uruguay y de la región no podría ser más disidente. Él ve con malos ojos el rumbo que parecen tomar casi todos los países, que parecen estar dominados por populismos de derecha y de izquierda. Por el contrario ve a Uruguay en “la buena dirección”, un país de alternancia y respeto por los valores más básicos de la sociedad abierta que Popper plantea.

Es explícito que Vargas Llosa ve con muy buenos ojos el gobierno de nuestro país y a su Presidente Luis Lacalle Pou, por su visión económica y social y en particular por su manejo de la pandemia que evitó restricciones a la libertad desproporcionadas que vimos en otros lados.

Pero también es muy evidente que la visión positiva del Uruguay es mucho más profunda. Vargas Llosa, y muchos otros latinoamericanos, admiran cosas que por suerte en Uruguay son básicas. El respeto por la institucionalidad, la tolerancia del adversario y el manejo del disenso son consensos mínimos infinitamente mejor resueltos en Uruguay que en el resto de la región.

A riesgo de ser autocomplaciente, no está de más recordarnos las cosas buenas que abundan en Uruguay y no son comunes en otros lados. Quienes vienen de afuera lo ven con mucha más claridad que quienes estamos aquí.

Para Mario Vargas Llosa fue especialmente significativo recibir, en el contexto de su visita, el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República de mano del Rector Rodrigo Arim. Que una Universidad pública, donde predominan visiones más cercanas a la izquierda, haya sido capaz de saldar esta discusión favorablemente también habla de cierta civilidad uruguaya que no abunda. Claro que hubieron voces retrógradas y mezquinas que intentaron que esto no ocurriera, pero primó la cordura y el miércoles se cerró una etapa.

Suelo escribir en este espacio sobre lo que está pendiente, sobre lo que no funciona bien en Uruguay, sobre la imperiosa necesidad de nuestro país de reformar su educación, su sistema de seguridad social o hacerse más competitivo.

No habrá mejoras de bienestar sostenibles sin estas cosas no pasan. Pero, cada tanto, no está de más poner énfasis en lo que sí funciona bien en Uruguay. Nos hace bien como país recordarnos que, así como tenemos deberes pendientes en nuestra institucionalidad económica, si fuimos capaces de construir una institucionalidad política de primer nivel.

Ojalá estas miradas de afuera tan favorables no nos hagan caer en chauvinismos baratos. Por el contrario, sirven de aviso de lo que somos capaces, de que en algunos temas ya somos referencia para muchos.

No hay ninguna razón para no aspirar a un país mucho más libre, justo y próspero.

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