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Optimista, pero no ingenuo

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Vamos rumbo a alcanzar los niveles de actividad y empleo prepandemia bastante antes de lo que la mayoría de los analistas preveía. La actividad estará a nivel de 2019 al cierre de este año, y el empleo alcanzará ese nivel durante el primer semestre del 2022.

Se trata de una gran noticia luego de un año y medio muy difícil en materia social y económica, de golpe parece emerger algún tipo de consenso entre los economistas de que la recuperación estaría siendo más firme de lo que la mayoría esperaban. Expectativas de crecimiento de más de 3%, que eran minoría hasta hace unas pocas semanas, se volvieron la regla.

El cambio en el humor de las expectativas tuvo un punto de inflexión: el dato de actividad del segundo trimestre conocido a fines de septiembre. Durante la fase más dura de la pandemia en nuestro país, la economía creció 11,3% interanual, por encima de las expectativas del propio gobierno. En particular fue notable la recuperación del comercio, sector que fue de los más castigados por la pandemia.

Pero no fue el único. Días después se conoció el dato del empleo en agosto, información que también impulsó el optimismo. En agosto de 2021 había 70.000 personas más trabajando que un año atrás. Esto muestra que incluso el empleo, que se recupera con rezago con respecto a la actividad, estaba sintiendo la reactivación. Hace semanas había analistas que hablaban que recién en 2023 recuperaríamos el nivel de empleo prepandemia, ese horizonte hoy parece ser viable en los primeros meses de 2023.

Las expectativas de crecimiento, que tenían una gran varianza, parecen empezar a converger cerca de las del propio gobierno. Sin dudas se trata de una gran noticia para el país, será un gran alivio para tantos, en especial trabajadores, que vieron fuertemente afectados sus ingresos en el último año y medio.

Pero no nos confundamos, llegar al nivel prepandemia es un objetivo imprescindible pero nada suficiente. La pandemia solo agudizó y profundizó importantes problemas que ya estaban ahí. La economía uruguaya ve- nía creciendo poco y destruyendo empleo desde cinco años antes del 13 de marzo de 2020.

En 2021 y 2022 tendremos buenas tasas de crecimiento por el rebote, las condiciones externas y las políticas públicas. Pero el horizonte de mediano y largo plazo del Uruguay no tiene mayores novedades. No podemos imaginar un horizonte de crecimiento fuerte y sostenido sin reformas importantes.

Los problemas que teníamos en marzo de 2020 siguen ahí: de competitividad, de formación, de inserción y de consistencia macroeconómica entre otros. Esta primavera que Uruguay se ganó, con una gran gestión sanitaria, económica y social de la pandemia, debe ser un impulso para ir a más. La reforma de la seguridad social, la baja al entorno de 3% de la inflación, una regulación laboral mucho más moderna, reducir la carestía y un mejor acceso a mercados son algunas de las tareas que hay que concretar para aspirar a sostener estas tasas de 3% por unos cuantos años.

Que la irrupción de este optimismo sobre el futuro económico de corto plazo del país sea una impulso para profundizar en las tareas pendientes que tenemos como país.

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