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Necesaria pero insuficiente

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AGUSTÍN ITURRALDE
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La semana pasada el presidente argentino, Alberto Fernández, y su Ministro de Economía, Martín Guzmán, pudieron dar una buena noticia económica por primera vez en 8 meses.

De eso no deberían caber muchas dudas. Para cualquier país es bueno cerrar un acuerdo con los tenedores de deuda que evite el default.

El gobierno había empezado la negociación ofreciendo 39 por papeles con un valor nominal de 100, el acuerdo se cerró en 54,8, mucho más cerca de lo que ofrecieron los fondos desde el inicio. Sin embargo siempre las negociaciones implican ceder y Argentina se lleva como logro más importante el despejar el horizonte de vencimientos hasta 2025.

Era clave que Argentina mostrara la capacidad de cerrar este tema para pasar a otras urgencias. Pero que nadie se confunda. Lo logrado está a años luz de haber encaminado el rumbo de la economía. Ni siquiera quiere decir que Argentina vuelva a tener crédito. Se trata de un logro necesario pero absolutamente insuficiente para poder mirar con optimismo el futuro del país hermano.

Argentina está en una estanflación hace varios años y este 2020 no hará más que agudizar ambos problemas. La caída económica será enorme en cualquier comparación y la aceleración inflacionaria es un hecho, solo resta conocer la magnitud. Los dos grandes objetivos económicos que debería plantearse el gobierno del país hermano son: consolidar el frente fiscal y volver a crecer. Claro que para esto hay que hacer cosas que no son las que más gustan a los políticos.

En Argentina habrá elecciones intermedias en octubre en 2021 y ya muchos están con un ojo en esa instancia. Los incentivos a “aguantar el ajuste” hasta después de las mismas son enormes. Sería una historia tan triste como repetida. El macrismo recorrió este camino y luego de unas históricas y exitosas elecciones intermedias, en 2017, la bomba le explotó en la cara. De acá a octubre de 2021 hay tres caminos que pueden ocurrir.

El primero, y más trágico, es que la espiral inflacionaria y la devaluación se aceleren. Una mega o hiperinflación representaría un empobrecimiento dramático de las empresas y personas. Nuevamente el ajuste lo haría el mercado y la economía se volvería competitiva de la peor forma posible: mediante enormes caídas de salarios y jubilaciones.

La segunda alternativa es la que parece menos probable. Que Argentina aproveche esta reestructuración de la deuda para encarar una corrección de sus desajustes y se plantee una agenda pro crecimiento. Consistiría en no dilatar la negociación con el FMI y mostrar un sendero fiscal creíble. Esto debería ser acompañado por reformas micro y macro que vuelvan el país atractivo para las inversiones y la generación de puestos de trabajo.

Sin embargo, lo más probable es que Argentina recorra algún camino del medio en los próximos meses. Procrastinará mientras le sea posible, con una inflación que se acelerará sin llegar a niveles desorbitantes, y el gobierno tratará de sobrevivir sin hacer ajustes hasta las elecciones de octubre de 2021.

Desde este lado del río no queda más que desearles lo mejor por cariño y por el propio interés, pero es difícil ser optimistas.

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