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Ya hicimos lo difícil

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AGUSTÍN ITURRALDE
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No hay dudas que estamos en uno de los momentos más críticos en la gestión sanitaria de la crisis del Covid-19 en Uruguay. Sin embargo hay motivos para conservar la calma y ser moderadamente optimistas.

Estamos yendo para atrás con algunas actividades que habíamos abierto. Esto siempre estuvo en el menú. El 22 de mayo el Presidente había expresado esta idea claramente a través del “para adelante todo lo posible, para atrás todo lo necesario”. Sucede que en junio y julio la situación pareció estar controlada y por momentos creímos que no iba a llegar ningún tipo de marcha atrás.

Creo que la situación de hoy, y en particular la conferencia del martes, representan una nueva etapa en comparación al período más optimista en el que estuvimos desde mediados de año.

La estrategia no tiene cambios sustanciales, pero sí hay un matiz bien relevante. Ya no peleamos para ser un país libre de covid. La idea de poder erradicarlo virtualmente que sobrevoló el Uruguay en aquellos días, cuando los casos diarios estaban en un dígito, queda ya muy lejos.

La apuesta principal hoy es a gestionar esta etapa final hasta la llegada de la vacuna que cada vez parece estar más cerca. Aparece la luz al final del túnel, que sería al final del verano que estamos comenzando.

Los meses que nos quedan serán difíciles y nada hace pensar que vaya a darse un retroceso significativo de casos. Sin embargo hay varios motivos por los que lo que nos queda es bastante menos complejo de lo que ya atravesamos.

Las marchas atrás que Uruguay y muchos países del mundo han necesitado hacer, han hilado mucho más fino que los cierres generalizados que vimos a principio de año. Sabemos muchas cosas que no teníamos claras en marzo. Esto sobre todo permite evitar enormes daños innecesarios que se infligieron en la primeras olas de medidas.

La mejor información se ve en tres grandes cosas que cambian del abordaje. Primero, no se cierran las escuelas y otros centros de estudio. Hoy parece claro que el daño de esto supera con creces los beneficios, pero no hace tanto reabrir las escuelas rurales en Uruguay fue un acto revolucionario. Segundo, las actividades al aire libre que no implican concentración de personas tienen muy bajo riesgo. También en este caso limitarlas tiene un saldo neto negativo en la vida de las personas. Tercero, el otro gran cambio que ya nadie discute es lo imprescindible de poner lo económico en la balanza. Cuando esto comenzó populistas y buenistas acusaban de insensible a cualquiera que quisiera cuidar la economía. El Presidente argentino fue quizás quien llevó esta tontería más lejos.

No me considero capacitado para evaluar el hilado fino de las medidas. No tengo dudas que puede haber alguna inconsistencia que necesite subsanarse. Lo que sí creo es que estamos mucho mejor provistos para el desafío que queda por delante de lo que lo estábamos en marzo.

La comprensión del virus, y cómo se evita, la cantidad de test, los equipos de rastreo, el GACH y la luz al final del túnel. Nos quedan básicamente atravesar un verano, estación en la cual, hasta ahora, la incidencia parece ser menor.

Menos pánico y más compromiso personal y comunitario. Ya hicimos lo difícil.

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