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Entender y justificar

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Cualquier persona adulta puede entender la diferencia entre explicar un fenómeno y justificar el mismo. Intentar encontrar las causas que hacen posible que algo ocurra, es bien diferente que juzgar a ese hecho como justo.

El problema es que confundir las dos cosas es la forma de actuar, discutir y hacer política de muchos infantiles que participan del debate público. Desacreditar al adversario de turno a partir de tratar como sinónimos, por ignorancia o mala fe, la explicación de la justificación. Cuando se hace esto no hay debate de ideas, puede haber un triunfo retórico, acumulación política, o la más berreta propaganda. Pero debate verdadero de ideas, no hay.

Renunciar a explicar hechos injustos es muy cobarde, es cómodo refugiarse solo en la moralina de condenarlos y señalar a los malvados. Pero además de cobarde es bastante inútil. Nada se soluciona si no se entiende de verdad. Desde esta pobreza intelectual se escuchan renuncias a entender cómo razonan los delincuentes y qué incentivos enfrentan, qué contextos facilitan la corrupción o por qué algunas empresas fijan precios mayores en Uruguay que en otros países.

Revisando la historia se vuelven más claros aún los minúsculos límites de no separar explicación y justificación.

¿Discutir la crisis de legitimidad de la república de Weimar es justificar el nazismo? ¿Narrar la frustración social y económica del Uruguay en los 60 es justificar la dictadura? Se contesta solo.

Creo que muchos hacen esta renuncia de mala fe por mera táctica política, pero otros lo hacen desde la ignorancia generada por una obstrucción ideológica. Estos últimos tienen una “verdad final” que funciona a modo de axioma: las cosas malas pasan porque quienes las hacen son malos.

¿Qué más lindo que ser parte de una lucha del bien contra el mal?

El punto de llegada de estos infantilismos es absurdo. ¿Creen que la gente vive mejor y hay más prestaciones sociales en Suecia porque son mejores personas que en Guatemala? Más ridículas aún son las explicaciones morales de la inflación ¿los empresarios paraguayos o colombianos son menos ambiciosos y egoístas que los argentinos?

Hay una vuelta más cuando uno intenta razonar con muchas de estas personas, algunos dicen “el problema es que tenemos distintos puntos de vista ideológicos” como forma de evitar el debate verdadero. Sin desconocer que las perspectivas importan esto no puede significar nunca negarse a razonar sobre un terreno mínimo común; y, eventualmente, cambiar de opinión. Lo que ha hecho avanzar el mundo en prosperidad y libertad es la racionalidad y el diálogo sobre acuerdos mínimos, mucho más que las legítimas visiones ideológicas que suelen envejecer muy mal.

Las valoraciones morales importan y mucho en el debate público, son parte constitutiva de él. Pero esto no puede significar la renuncia a un debate que también incluya la búsqueda de una explicación ordenada de las causas y efectos de las cosas. Separar un argumento que intenta entender un fenómeno de otro que intenta justificarlo es lo más básico en una conversación bien intencionada y que pretenda ser constructiva.

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