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No todo dictadura y tupamaros

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Qué cansancio generan las acusaciones de autoritaria a cualquier cosa que no gusta. No es que no haya que velar permanentemente por la salud democrática.

De hecho, gracias a Venezuela, Nicaragua, Hungría o Brasil estamos ante uno de lo retrocesos más claros de la democracia en el mundo desde el gran impulso que implicó la caída del socialismo real. Pero a la democracia también se la defiende no banalizando las dictaduras.

El mayor ejemplo que encuentro es la catarata de acusaciones recibidas por el gobierno de Mauricio Macri en Argentina entre 2015 y 2019. Macri fue un gobernante de mediocre para abajo en la mayoría de los aspectos. Sin embargo muy lejos estuvo de representar un riesgo totalitario. Más bien la duda era si finalizaría su gobierno.

Semanalmente importantes actores sociales y políticos calificaban al macrismo de dictadura o amenaza a la democracia. La desgraciada muerte del militante Santiago Maldonado fue el punto máximo de esta línea argumental. Acusaban a Macri de ser tan autoritario que aplicaba los mismos procedimientos de terrorismo de Estado que la dictadura militar. La evidencia que hoy tenemos disponible muestra que la realidad fue muy distinta.

A este lado del río también se da la misma pereza intelectual. Son muchos, y algunos relevantes, los que tienen la acusación de autoritarismo en la punta de la lengua ante lo que no les gusta. Los menos de 100 días del nuevo gobierno dejaron varias notas al respecto. En particular hubo dos bien ilustrativas.

Primero fue la lluvia de acusaciones de autoritarismo por la nueva política en materia de cadenas de radio y TV. Se esté de acuerdo o no, no parece razonable decir que es autoritario reducir su uso a la mínima expresión, incluyendo no cederla al Pit-Cnt ni a ningún otro grupo.

El segundo ejemplo es todo lo circundante a la Ley de Urgente Consideración. La ley, el contenido y el procedimiento fueron presentados como un avasallamiento a la democracia. Parece un exceso absoluto decir que la democracia está en riesgo por el uso de este procedimiento que tiene una larga historia en nuestro país.

Otro capítulo fue la reacción de muchos ante los trágicos sucesos del domingo, en los que tres infantes de marina fueron asesinados, aunque en este caso la pereza y el simplismo vinieron del otro lado. No hay ni hubo ningún elemento para adosarle móviles políticos. Sin embargo algunos, por reflejo, resolvieron agitar fantasmas de la izquierda violenta del pasado. Un exceso total.

El autoritarismo no ha sido derrotado para siempre, ni en Uruguay ni en ningún otro lado. La amenaza sigue allí y por eso no hay que banalizarla. En nuestro propio sistema político hay actores sin convicciones democráticas, que juegan este juego solo porque es el que está disponible. Lo vemos bastante claro en los guiños que arrojan a lo que pasa en otros países donde se han llevado puesto, o se están empezando a llevar, los atributos fundamentales de la democracia.

Wilson Ferreira decía que por la libertad se pelea siempre porque nunca está definitivamente conquistada. Humildemente creo que también se defiende teniendo la madurez de evitar la muletilla adolescente de acusar de autoritarismo a lo que simplemente no nos gusta.

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