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No se confundan

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AGUSTÍN ITURRALDE
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En estos días, muchas personas parecen estar pidiendo explicaciones a la democracia de Estados Unidos por sus fallas. Si un populista, ególatra y autoritario aparece y desafía el sistema, algo tiene que estar funcionando mal.

Creo que quienes sostienen esto no están viendo con claridad el episodio. Nadie está libre de tener un populista semejante que desafía las tradiciones e instituciones democráticas, eso está muy lejos de implicar que la democracia esté fallando. A lo que debemos prestar atención es a cómo lidia el sis-tema con esa realidad, si logra neutralizarlo o si por el contrario, comienza a desmoronarse. El hecho de que un personaje como Donald Trump intente desconocer el resultado (entre otras cosas) es un desafío que sirve para medir la fortaleza de las instituciones democráticas.

El 20 de enero de 2021 Trump saldrá del gobierno. Vamos a ver si lo hace con algo de dignidad o pataleando y diciendo incoherencias. Pero lo hará, las instituciones de EE.UU. dejarán de responderle y en el caso extremo él verá cómo el personal de servicio de la Casa Blanca le empaca sus pertenencias para hacer lugar a quien será el presidente, Joe Biden.

Específicamente, quiero contradecir dos ideas que se vienen escuchando estos días de parte de gente distinta.

Primero, Donald Trump no aceptará el resultado porque no es un demócrata. Su presencia en la Casa Blanca y su actitud en esta elección daña profundamente el sistema. Se dedicó a sembrar desconfianza en las instituciones y división entre la gente. Terminará aceptando el resultado porque es lo único que puede hacer, no tiene margen para otra cosa. Respetar las reglas cuando estás obligado a hacerlo, no es precisamente un mérito.

Este hecho habla bien y no mal, de la democracia de Estados Unidos. La democracia no puede depender de que todos y cada uno de los gobernantes tengan profunda convicción en la democracia liberal. Una buena democracia debe ser capaz de lidiar con este tipo de episodios y neutralizar a quienes no creen verdaderamente en ella. La democracia de EE.UU. parece estar aprobando la desafiante prueba que representó la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca.

Claro que las instituciones no son invulnerables. Todo el fenómeno Donald Trump hizo daño. ¿Qué puede pasar en un eventual segundo mandato? ¿Qué pasaría si la respuesta a Trump fuera otro populismo antiinstitucionalista pero de izquierda? Muchos episodios populistas pueden terminar por socavar una democracia. Cuando estos actores, de derecha e izquierda, persisten y logran perpetuarse, la democracia sí puede entrar en una fase mucho más crítica. Felizmente creo que no es esta la situación.

En otro país, con instituciones más débiles otro podría ser el final. Todo el proceso vivido en Venezuela desde 1999 es un excelente ejemplo de cómo se puede ir rompiendo de a poco una democracia hasta terminar en una sanguinaria dictadura cuando no se cree verdaderamente en ella, pero se juega el juego, mientras es útil.

Lo que está sucediendo en EE.UU. habla bien de su democracia, está siendo capaz de sobreponerse a un personaje en particular que la desafía. Es la fortaleza institucional lo que marca la diferencia en estas circunstancias.

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