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Bolsonaro y sus defensores

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AGUSTÍN ITURRALDE
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La historia de la izquierda embanderándose con gobiernos extranjeros populistas o directamente autoritarios es extensa.

Desde Jean Paul Sartre defendiendo la salvajada totalitaria de la URSS, hasta los estudiantes de la FEUU defendiendo la dictadura chavista, pasando por muchos otros episodios donde millones murieron. Un error muy repetido que revela có-mo la sobreideologización nubla la capacidad más básica de aprender de los errores del pasado. No es que estas personas, algunas de ellas inteligentes, no vieran las cosas terribles de estos regímenes que apoyaron, sino que en el fondo creían que era un costo a pagar por algún bien mayor.

Desde el 2018, algún fenómeno parecido se dio entre personas muy lejanas a la izquierda en torno a Bolsonaro. Poner fin a la hegemonía política de la izquierda parecía ser un bien mayor por el cual se podían justificar o ignorar muchas cosas, algunas de ellas muy graves. Por suerte en nuestro país fueron pocos los políticos que buscaron asociarse a la imagen y gobierno de Bolsonaro, aunque alguno hubo. En las redes uruguayas sí se vio un poco más de ebullición y simpatía por el Presidente brasilero.

Bolsonaro es un líder autoritario que hace apología de la dictadura y sin dudas su gobierno implica un deterioro de la democracia brasileña. La analogía con la primer etapa de Chavez me resulta particularmente oportuna. Un Presidente que gana elecciones libres pero que claramente no cree en la democracia y que su gestión la desprecia en cada oportunidad que encuentra. No parecen casualidad las palabras elogiosas que Bolsonaro propinaba sobre Hugo Chávez en 1999 “es la esperanza para América Latina y me encantaría que esta filosofía llegase a Brasil”.

Como dice la economista Deirdre McCloskey “Bolsonaro es cualquier cosa menos liberal”. Ella recuerda que “la idea principal del liberalismo es que no hay jerarquías: hombres sobre mujeres, heterosexuales sobre gays o el estado sobre individuos”. Tampoco hay nada de liberal en pretender pasar por encima de la separación de los poderes, reivindicar la tortura como medio o insultar a los medios de prensa. Se trata de un político francamente iliberal. Su única faceta liberal sería el área económica, pero el vuelco hacia el libre mercado es muy reciente, apenas previo a las elecciones que ganó. Se trata de una transformación para poder llegar al poder pero muy distante de sus ideas estatistas expresadas durante años.

La caída de la popularidad de Bolsonaro ante la muy pobre gestión de la crisis del Covid es tan solo una oportunidad para recordar los sistemáticos fracasos de los liderazgos mesiánicos. Una muestra de lo peligrosas que son las tentaciones autócratas cuando las cosas se complican y la hora pone a prueba la verdadera estatura de los gobernantes. Los delirios tienen consecuencias gravísimas en la vida de las personas.

No aceptemos los análisis binarios. No es verdad que cualquier cosa sea mejor que el PT en Brasil, nunca lo es. Los adversarios de tus adversarios no tienen por qué ser tus aliados.

El fracaso de Bolsonaro será una dura lección para los que se subieron a ese carro irresponsablemente. Esperemos que estos no necesiten experimentos tan costosos como la militancia de izquierda, para aprender.

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