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Venezuela, el legado de Fidel

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Cualquier juicio sobre la obra de Fidel Castro debería incluir la mención de uno de los peores legados que dejó en América Latina: la lastimosa situación de Venezuela, el país que aún pretende presidir el Mercosur.

Cualquier juicio sobre la obra de Fidel Castro debería incluir la mención de uno de los peores legados que dejó en América Latina: la lastimosa situación de Venezuela, el país que aún pretende presidir el Mercosur.

La historia empezó cuando Hugo Chávez aceptó convertirse en hijo putativo de Fidel y copiar el modelo cubano con nefastos resultados para su país.

Lo de Chávez con Fidel es un caso patológico de idolatría. No solo quiso copiarlo en el atuendo (agregándole una boina roja) sino que compitió en la extensión de sus discursos hasta batirlo con un récord de 10 horas consecutivas de oratoria. Más grave es que quiso imitarlo en políticas como suprimir la propiedad privada (recuerden las giras de Chávez por fábricas decretando “¡exprópiese!”), sofocar a medios de comunicación y entrar en relaciones peligrosas con gobiernos como el de Teherán.

Al principio Chávez auxilió a Cuba gracias a los altos precios del petróleo durante la bonanza de las materias primas. Venezuela agració a los Castro con combustible regalado y otras prebendas. En compensación, de La Habana enviaron a Caracas a “los mejores médicos del mundo” (los mismos que no lograron curar la diverticulosis a Fidel quien debió recurrir a un galeno español), aparte de los nutridos escuadrones de espías y agentes de seguridad que tomaron posiciones en el gobierno chavista.

Ahijada de Castro, la Venezuela chavista proclamó el proyecto del “socialismo del siglo XXI” sin lucha de clases, con un Estado providencial y dueño de todos los recursos. Pero Chávez murió sin concretar su sueño de recrear una segunda Cuba, tarea que delegó en las toscas manos de Nicolás Maduro. El nuevo mandamás venezolano, menos carismático que su jefe, se arrimó también a los castristas que lo aceptaron en su redil.

Los resultados de esta aventura binacional fueron catastróficos para la patria de Bolívar que afrontará en 2017 una inflación superior al 500%, un PBI que bajará un 7% y un déficit fiscal superior al 20%. Cifras tan calamitosas se reflejan en la vida de los 31 millones de venezolanos que penan para obtener cosas tan elementales como los medicamentos e incluso comida. Supermercados y tiendas con estanterías vacías -imagen típicamente cubana- reflejan la escasez que vive Venezuela y que lleva a su gente a intentos como los ocurridos aquel día en que abrieron la frontera y 120.000 personas salieron en estampida hacia Colombia buscando comida.

El hambre, la némesis del pueblo cubano, planea sobre Venezuela.

A ello se agregan los presos políticos -¿puede haber un hábito más castrista?- entre los que se cuentan estudiantes que se atrevieron a reclamar libertad o líderes políticos como López y Ledesma con los que Maduro no osa competir. De todos modos, aunque a Maduro le gustaría, Venezuela no abolió todas las garantías como hicieron los Castro sino que aún quedan espacios de libertad como el Parlamento.

Hay un último detalle: en su intento por hacer de Venezuela un facsímil de su admirada Cuba, los chavistas tienen la desventaja de que no pueden escudarse en el bloqueo yanqui, esa ubre que los Castro ordeñaron por décadas para culpar al imperialismo de todos sus males. Ya se sabe que los hijos putativos nunca heredan todo.

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Antonio Mercader

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