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Los “bullying” que Vázquez olvidó

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Tabaré Vázquez dijo que no le gusta el “bullying” y que defiende a Raúl Sendic como defendería a cualquier político de otro partido que fuera víctima de esa práctica porque le disgusta que le peguen a alguien que está caído en el piso. Esta afirmación suena linda viniendo del presidente de la República, pero es una lástima que los hechos la desmientan rotundamente.

Tabaré Vázquez dijo que no le gusta el “bullying” y que defiende a Raúl Sendic como defendería a cualquier político de otro partido que fuera víctima de esa práctica porque le disgusta que le peguen a alguien que está caído en el piso. Esta afirmación suena linda viniendo del presidente de la República, pero es una lástima que los hechos la desmientan rotundamente.

En la historia del país una de las mayores víctimas de ese “bullying” político que hoy preocupa al presidente, fue Jorge Batlle cuando lo acusaron desde la izquierda por la famosa “infidencia”. Fue una campaña de larga duración, con folletos y libros incluidos, en donde los correligionarios de Vázquez se cansaron de decir que en 1968 Batlle se había beneficiado personalmente con una decisión de devaluar la moneda uruguaya. Aunque esa denuncia era falsa de toda falsedad, Vázquez, que se sepa, nunca abrió la boca para defender a Batlle.

Algo similar ocurrió durante “la embestida baguala” contra Luis Alberto Lacalle. A pesar de la buena relación personal que dice tener con Lacalle, Vázquez no alzó su voz cuando el Frente Amplio en bloque se lanzó con armas y bagajes contra el ex presidente nacionalista. También permaneció en total silencio cuando el ataque se centró en el exministro de Economía nacionalista, Enrique Braga, otra víctima del descomunal “bullying” ejecutado de manera sistemática por dirigentes y medios de comunicación de izquierda.

Hay que deducir entonces que sólo cuando le conviene Vázquez menciona el “bullying”, un anglicismo nacido más bien para señalar situaciones abusivas entre escolares.

Si repasara la historia reciente, el presidente comprobaría que los más experimentados practicantes de ese abuso revistan en sus propias filas políticas. Son los mismos que décadas atrás acometieron de manera infame contra Ferreira Aldunate al grito de “¡A Wilson lo financia la Esso!”. Son los mismos que ahora, con el propio Sendic a la cabeza, revelan los datos de un plan tejido contra los gobernantes de izquierda, diseñado en Atlanta, Estados Unidos, con la tenebrosa CIA de por medio y con la complicidad de varios presidentes latinoamericanos, incluido -faltaba más- Luis Alberto Lacalle.

Sobre este nuevo -y ridículo- “bullying”, ¿no tiene nada que decirnos el presidente?

En verdad es difícil que diga algo porque su gobierno y su fuerza política demuestran de continuo su propensión a hacer “bullying” con quien venga. Un ejemplo actual lo ofrece el episodio de la directora del liceo de Salto acusada a los cuatro vientos de violar la laicidad, separada del cargo, denostada y sepultada por iracundas voces de izquierda. Ni siquiera se había empezado a investigar el asunto cuando la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, salió a encabezar el coro que la condenaba sin siquiera escucharla. ¡“Bullying” y pico!

En suma, la extraña defensa de Sendic que pretendió hacer Vázquez tuvo poco de principista y no pareció inspirada en los viejos códigos de honor barriales. Fue un recurso extremo, por no decir desesperado, para proteger a un vicepresidente que es víctima de sus desaciertos más propios de un escolar que de un político hecho y derecho. Quizás por eso es que Vázquez habló de “bullying”.

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Antonio Mercader

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