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Rehenes del oprobio

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Cómo el hombre es un animal de costumbres, nos parece moneda corriente que suceda tanta cosa negativa al lado nuestro. El estupor inicial es efímero y luego seguimos con nuestros menesteres. Por ahí hacemos catarsis en familia, con algún amigo y santas pascuas.

Cómo el hombre es un animal de costumbres, nos parece moneda corriente que suceda tanta cosa negativa al lado nuestro. El estupor inicial es efímero y luego seguimos con nuestros menesteres. Por ahí hacemos catarsis en familia, con algún amigo y santas pascuas.

Pero todo es tremendo a poco le pongamos un poco de reflexión. El mayor cercenamiento: vivimos con libertad condicionada, entre otras perlas.

Pero déjenme poner el énfasis en otro tema: la inmoralidad rampante de los gobernantes, esos que deberían velar más que nadie por los intereses de la gente, a quienes pidieron el voto. En términos generales y no lo circunscribo a nuestro país (tal vez de los más decorosos pero no impoluto), se mofan de nuestro destino y el cuidado del interés general pasa a ser una frase carente de contenido.

Lo de Brasil, Argentina (con los K), Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, es de una vergüenza supina. Y en Estados Unidos, se dice que no se les perdonó la corrupción a los Clinton y de allí pasó lo que pasó. Los americanos no perdonan ni el engaño ni la mentira.

Pero eso no sucede en nuestros países de América del Sur, que somos de flaca memoria.

Aquí, la actitud del Frente Amplio al no habilitar una comisión investigadora de los negocios con Venezuela (entre otras) y también oponerse, aunque sin éxito, al tema de la regasificadora, es por lo menos, sospechosa. Y encima pretenden llevar al cadalso al diputado Mujica.

El Presidente dice que no hay corrupción en su gobierno, pero su partido obstaculiza toda posibilidad de investigar. Luce contradictorio.

Las actitudes autoritarias y lesivas de los países nombrados, afectan la vida del conjunto, hace que todos vivamos un poco peor. Las consecuencias impulsan a convivir en un clima de desconfianza, entran a la cancha el escepticismo y la desesperanza, se cultiva el egoísmo. Y aparecen los agoreros de la política, incluso en el Parlamento brasilero;una manga de vándalos irrumpió en el mismo clamando por los militares.

La política no es para improvisados. Claro, al ser una carrera abierta, cualquier ciudadano puede ejercerla. No hay necesidad de exámenes previos ni calificación de tribunal alguno. Pero es dable preguntar¿ es pertinente obviar la experiencia de políticos que han dedicado su vida al ejercicio de la causa del bien público, con sus errores y aciertos?

Los gobernantes inmorales, que se rifan el dinero de la gente y sumen en la miseria a muchos de sus conciudadanos, envilecen los valores y son un funesto ejemplo para las generaciones futuras. Hacen un daño inconmensurable, que tal vez no se cuantifique debidamente. Pero como ya es moneda corriente, lo tenemos como asumido por más que vituperemos y desautoricemos dichas acciones.

Los dilemas morales son aspectos cotidianos. Tanto en la pobreza, como en la riqueza, en el poder como fuera de él. Y ante ellos se elige. Así de fácil o de intrincado; y luego hay que dar respuesta a las consecuencias de las actitudes.

Qué debo hacer, hace a la moral y qué elijo hacer, hace a la ética.

Aunque las denuncias sobre hechos y actos de corrupción suelen hacer hincapié en números y cifras, esto refleja los síntomas de un fenómeno cuyas raíces resultan mucho más profundas. La corrupción es un fenómeno moral antes que económico. Los funcionarios públicos de un país que no pueden explicar cómo sus patrimonios han crecido desmesuradamente durante el ejercicio de su función, están haciendo algo mucho peor que extraer beneficios de un cargo. Esa corrupción es criminal. Criminal porque ese dinero debería estar en hospitales, en carreteras, en mejoras edilicias de escuelas, en mejorar salarios y tecnología policial, en vivienda para los más carenciados.

Aquel político que no está animado por el sentimiento del interés público y busca en la política un refugio y hace de ella un oficio cuando debería de ser un deber, tiene que ser radiado.

Seamos más rigurosos en la elección de nuestros gobernantes. Por supuesto, midamos los talentos y la experiencia, el coraje y la energía, pero no obviemos sus valores, su honestidad intelectual, su pasado honrado en consonancia con su presente.

Sucede que si no se cumple con lo que se promete y las reformas estructurales no aparecen, como la reforma del Estado o una educación eficiente, o el blindaje a la seguridad física como antes o las mejoras en la infraestructura, o una debida inserción internacional sin preconceptos ideológicos. Y si por añadidura se suceden sospechas de actividades reñidas con la moral, estamos en el horno. No hacen y tal vez nos roben….!!! Cerrá y vamos.

El título es elocuente.

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Anibal Durán

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